LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Una piñazera se escenificó el jueves en el ómnibus 420, que cubre la ruta el Paradero de Playa y Baracoa. La bronca comenzó cuando, tras mucha demora, llegó el ómnibus. La larga cola se desbarató cuando apareció la guagua y varios jóvenes de La Lisa, en shorts y sin camisas, se lanzaron sobre el vehículo, entraron por las ventanillas y lo tomaron por asalto. Inmediatamente el chofer abrió la puerta y una avalancha de gente subió, sin siquiera mirar la alcancía donde los pasajeros deben depositar el pago.
Alguien gritó que lo habían cartereado, pero la atención se centró en dos hombres que se liaban a puñetazos, con poca fuerza debido al ínfimo espacio que tenían para mover los brazos. Algunas madres protegían a sus hijos lanzando codazos contra la marea humana que se movía al compás de los hombres que se golpeaban.
El chofer pudo cerrar la puerta finalmente y partir, con el ómnibus atestado y la bronca rodante andando, mientras conducía como si nada estuviera pasando. La guagua se detuvo en Quinta avenida debido a un cordón policial que cuidaba el paso de tres automóviles del gobernante cubano, que cruzaba en aquel momento.
Los policías del cordón observaron de reojo la pelotera dentro del ómnibus, pero continuaron su labor de protección. La gritería fue en ascenso cuando los muchachos de La Lisa comenzaron a fajarse también con unos de Marianao, pero los policías dieron la orden de continuar la marcha.
Mientras el ómnibus bordeaba la rotonda frente al antiguo Cinódromo, se produjo una exclamación de terror cuando uno de los jóvenes del grupo de Marianao sacó una cuchilla. La gente se agolpó como sardina en lata en los asientos y dejaron en el pasillo vacío solo al que blandía el arma blanca. Entonces, uno de los muchachos de La Lisa sacó una mocha afilada y el de la cuchilla se lanzó espectacularmente por la ventanilla con el ómnibus en marcha, pero cayó con destreza sobre el pavimento y continuó el trayecto a pie.
Los que se subieron unos encima de otros en los asientos por temor a la cuchilla, nuevamente se acomodaron en el pasillo y la bronca concluyó por los consejos de las mujeres y los ancianos que convencieron a los muchachos de terminar allí la trifulca.
El chofer, tranquilo, alegó que ya nada le tomaba de sorpresa; aquella ruta era de las peores, siempre había riñas, carteristas y vándalos. Desde que era chofer de aquella ruta podía contar una docena de casos de broncas y cartereados. Dijo que un sábado de madrugada, de regreso al paradero de Playa, unos jóvenes que salían de la discoteca de Baracoa acabaron con los bombillos y los asientos del ómnibus y agregó que hace poco el 474 se incendió misteriosamente, cuando arribaba al final de un viaje.