LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -El pueblo turístico y la playa de Guanabo, treinta kilómetros al este de La Habana, tienen demasiada agua, pero salada. A su población permanente y a los más de 25 mil veraneantes que acuden a sus predios en busca de distracción veraniega, les cuesta mucho acceder al agua potable.
María Mir, residente con su familia en la segunda planta de un edificio, lleva todas las de perder: mientras mayor altura, menos esperanzas de agua. Ella afirma, en medio de su desesperación:
“Hace 75 días que a mi casa no entra ni una gota de agua. La que consumimos, subida a cubos, tengo que pagarla a particulares, y bien cara. Los especuladores hacen zafra a costa de nuestra desgracia. Y gracias que al menos los tenemos a ellos, porque el gobierno hace nada por ayudarnos. Es una situación desesperante. El agua se necesita para todo, máxime cuando en verano aumentan las epidemias. Así que esta carencia aumenta el estrés permanente en que vivimos”.
María llama a diario por teléfono a la Empresa de Acueductos “Aguas del Este”, buscando explicación, o una esperanza de solución. “Pero esas pobres recepcionistas –testimonia-, que también están pasando las suyas con el agua, me dan las más contradictorias y absurdas explicaciones, las que, según ellas, reciben de sus jefes: que si los pozos están deprimidos o secos (por más que haya llovido), que si alguna motobomba de extracción está rota o tiene problemas, que si el gobierno provincial ha prohibido enviar camiones cisternas con agua para aliviar el conflicto de la escasez … En fin, maravillas de excusas, en tanto, seguimos soportando esta larga y angustiosa sequía”.
Por su lado, Maira, la hermana de María, expone: “Dicen que a María le falta el agua porque vive en altos, hasta donde no sube por presión. Pero entonces, ¿qué explica que a mi mamá y a mí, que vivimos en la parte baja de la ciudad, casi pegados al mar, tampoco nos llegue el agua. Es enorme el número de personas, gente de La Habana que viene a bañarse en la playa, y que llaman a mi puerta rogando un vaso de agua. Pero tengo que negársela, porque es muy poca y muy cara. No siempre tenemos la suerte de que el aguador pase por nuestra calle a vender el líquido”.
Los problemas con el suministro de agua se agravan año tras años en Guanabo. El antiguo sistema de conductoras de hierro, sustituidas en parte por las de plástico, es el mismo de hace casi un siglo, cuando comenzó el fomento residencial de esas playas. Mientras, la población se ha multiplicado, tanto como la negligencia y el desinterés de las autoridades.