LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Teófilo Stevenson recibió siempre la admiración hasta de los cubanos indiferentes a las competencias deportivas. Posiblemente los más jóvenes no estén tan al tanto de su elegante y potente ejecución en el cuadrilátero de boxeo, ya que desde hace muchos años casi no aparece en los medios nacionales. Sin embargo, hace poco la televisión lo entrevistó brevemente, debido a la circulación de noticias en el exterior sobre su precario estado de salud. Indudablemente su aspecto era desmejorado, pero se esforzaba por convencer de que se sentía bien.
El 11 de junio se informó sobre su deceso. Al día siguiente el titular: “Falleció la gloria del deporte Teófilo Stevenson Lawrence” ocupó la primera página de los periódicos y espacios en los medios radiales y televisivos. Granma incluía una foto del campeón durante el desfile del pasado 1 de mayo, sonriente aunque apocado, mientras la instantánea de Juventud Rebelde, aparentemente de algún tiempo atrás, parecía fuerte y sonriente.
Había nacido el 29 de marzo de 1952, en el central Delicias del municipio de Puerto Padre, en la provincia de Las Tunas. Logró medallas de oro en las Olimpiadas de Munich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980, cantidad solo alcanzada por otros dos púgiles, por lo que obtuvo las copas Val Barker (1971) y Russell (1986), además de ganar Campeonatos Mundiales, Juegos Panamericanos y Copas del Mundo.
Lamentablemente Stevenson resultó prisionero de la época en que brilló. Su extracción humilde fue manipulada sentimentalmente para utilizarlo a fin de justificar la política del gobierno cubano de impedir a los deportistas, en particular los boxeadores, contratarse en el extranjero. Su declaración de que “no cambiaría un pedazo de la tierra de Cuba por todo el dinero que podrían darme”, ha sido enarbolada como ejemplo de dignidad patriótica y desinterés material. No obstante, sirvió negativamente para avalar la caprichosa prohibición, la persecución a los talentos en prevención de que “desertaran” durante las competencias en el extranjero, el descrédito como apátridas a quienes optaron por alcanzar éxitos internacionales con la merecida retribución monetaria y fama, y la separación de la familia como castigo por “haber traicionado la revolución”. Seguramente, él habría tenido una vida más plena, si no hubiera llevado esas pesadas cargas.
La determinación de como los cubanos tienen que vivir su única vida ha frustrado muchos talentos, impedidos de establecer contratos acordes con sus capacidades y aptitudes en todas las ramas, ha condenado a desempeñar trabajos sin consideración social y mal remunerados, e incluso a ser no persona. Sin embargo, hace más de 20 años el gobierno comenzó a permitir el trabajo y la residencia en el extranjero fundamentalmente a personas del mundo de las artes y las letras, mientras que en época más reciente algunos que salieron antes de ese relajamiento están selectivamente por estos lares.
Sobre los deportistas permanece la total discriminación y el acoso. Hasta Antonio Castro Soto del Valle, comisionado nacional de beisbol, ha esbozado la necesidad de abrir la férrea compuerta, con el pretexto de que el deporte se está quedando rezagado, lo cual es cierto. Sin embargo, la prepotencia totalitaria continúa, en momentos en que la crisis económica limita la preparación y las competencias en el exterior, y hasta en Cuba debido al mal estado de las instalaciones deportivas. Los magros resultados para obtener plazas con vista a las Olimpiadas de Londres 2012 son indicativos del declive de una esfera antes priorizada para vitorear los logros de la revolución. Entonces se contaba con las subvenciones de la Unión Soviética. Precisamente las arduas condiciones actuales son razones de más para adecuarse a la normalidad. En ese derrotero, los deportistas cubanos en las nóminas de equipos de otros países tendrían que poder participar en el equipo Cuba según sus especialidades para competencias internacionales, así como recibir el merecido reconocimiento y difusión de sus éxitos. Es un contrasentido que la televisión nacional exhiba en vivo los partidos de futbol en cualquier parte del mundo, y omita la pelota, deporte nacional que, de seguir la tendencia, también llegará a la extinción como tantas frutas tropicales nunca degustadas por nuestros jóvenes.
No vale encumbrar a los muertos, que fueron relegados en vida. Probablemente a partir de ahora, Stevenson será mentado mucho más, pero otras glorias del deporte cubano aun continuarán siendo excluidas injustamente en su Patria.