LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -A pesar de estar invitada a la marcha por el Día del Orgullo Gay que convocó la comunidad LGTB, se daba por seguro que Mariela Castro no aparecería por el Prado el día primero de julio. ¡Que va a ir! Para ocuparse de los homosexuales que no bailen en su conga, están los segurosos.
Mariela Castro, a pesar de sus conguitas una vez al año y de su sonrisa adorable, no se hace muchas ilusiones respecto a su cruzada contra la homofobia. Por ser de la familia, mejor que nadie sabe que los mandantes homofóbicos de ayer, que son los mismos de hoy, siguen sin arrepentirse absolutamente de nada de lo que hicieron contra “ese tipo de gente”. Hasta ahora, el bloguero Paquito, el pobre, en su condición de militante del Partido, es el único dispuesto a pedir perdón por los horrores de sus jefes.
Hace unos años, en una universidad canadiense, Mariela Castro se quejó de la homofobia entre los soldados y oficiales del ejército de su papá y confesó que a veces tiene la impresión de que libra una batalla perdida de antemano. Y tiene todos los motivos para sentirse así.
El Observatorio Cubano de los Derechos LGTB denuncia en su más reciente informe que los homosexuales en Cuba son víctimas de violaciones frecuentes de sus derechos humanos, lo que los convierte “en un colectivo de alta vulnerabilidad”. La organización independiente se refiere a casos de violencia escolar, abuso policial y de los guardias en las cárceles y un incremento de la represión contra los activistas independientes
Se dice que el Ministerio de Salud Pública está preocupado por ciertas estadísticas que arrojan cifras extremadamente altas de homosexuales y bisexuales. No es que el MINSAP vuelva a considerar la homosexualidad como una patología o una perversión, sino que producto precisamente de los prejuicios y la homofobia, el VIH-SIDA aumenta en el país.
“La perrísima Mariela” -como la llaman ciertos maricones que disfrutan los llamen así y no de otra manera- no se desanima y hace lo que puede en el intento de convencer a papá, sus generales y canchanchanes. Aunque la princesa sólo defienda los derechos de los homosexuales -que por muchos que sean, no son mayoría- aplausos: donde nadie tiene derechos, por los derechos de alguien hay que empezar. Pero para aliviar las culpas de sus parientes y sus subordinados, que no nos quiera hacer sentir culpables con el cuento de que somos un pueblo muy machista.
Cierto que nos inculcaron desde muy pequeños que los varones no lloran, hablan fuerte y se fajan. Aprendimos después que en las becas había que hacerse respetar y en los cines, especialmente si se iba al baño, mantener a distancia a los tipos de modales extraños y mirada rara. Pero las recogidas de locas, las UMAP y la parametración no complacieron peticiones populares, sino todo lo contrario. Desde 1959, la homofobia siempre fue un asunto de estado. Que nos eximan de culpas.
Recuerdo haberme fajado más de una vez por defender a mi socio Lazarito Barbachán, un mulato de Luyanó cuyo único pecado era que sin proponérselo, caminaba como Farah María y miraba como Diana Ross. Los profesores y una cáfila de energúmenos de la Juventud Comunista, que casualmente también nos detestaban a los melenudos y los que gustábamos de la música del enemigo, querían hacerle pasar, junto con el pre-universitario, el purgatorio y el infierno juntos. Obviamente, los que usábamos su radio VEF para escuchar la WQAM y tomábamos prestada su ropa siempre a la moda, no podíamos permitirlo.
A pesar de lo machistas que dice que somos, no tuvimos que esperar por Mariela y el CENESEX, para descubrir que los gays pueden ser buenos amigos, no necesariamente interesados en tu portañuela. Pueden ser magníficos vecinos, compañeros de trabajo, profesores. Algunos también pueden ser cómplices en la conquista de la mujer de tus sueños, estilistas de tus greñas rebeldes, ser anfitriones de almuerzos lezamianos, intérpretes privados al piano de Rachmaninov y Michel Legrand, verdaderas enciclopedias del cine y la literatura, expertos en preparar el té, etc.
Pero Mariela Castro quiere enseñarnos, con lo machistas que somos, si no a amar a los homosexuales, al menos a tolerarlos. Precisamente ahora, que con tantos problemas como hay y en medio de tal desastre, lo que menos importa es lo que cada cual haga con su…cuerpo.
¡Qué lástima que Mariela era muy niña en aquellos años en que la revolución de su tío olía a pólvora, sangre y testosterona! Tal vez si en aquella época hubiera conquistado los derechos para los homosexuales, ahora tuviera tiempo de ocuparse de los derechos del resto de los cubanos…