LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Lo escuché al pasar junto a un grupo de curdas del barrio. “Si yo fuera el presidente de Haití”, sentenciaba uno de los curdas, apuntándose al pecho con el pulgar. No me detuve a oír lo que él haría si fuera presidente de Haití -un cargo para el cual ni Dios parece estar apto-, pero supongo que en menos de cinco minutos aquel curda reveló soluciones providenciales para el insoluble drama haitiano. Mientras, su drama particular (el del curda) seguía agravándose, a la espera de que el afectado resolviese primero los problemas del planeta.
Es una proyección típica de la chulería cubana, común por igual entre curdas y abstemios, instruidos o no, inteligentes o brutos, elitistas o marginales, serios o ligeros. Y curiosamente se encuentra entre los pocos rasgos de nuestra identidad que el ciclón fuerza cinco de la revolución no ha logrado llevarse a bolina. Quizá sea porque sus líderes son los primeros adictos a la chulería en cuestión.
Cuando anotó Pascal que todos los infortunios de los hombres derivan de no saber quedarse tranquilos en sus casas, tal vez quiso retratarnos. Claro, nuestro infortunio es todavía más grave, pues sin movernos de nuestras casas, pretendemos meternos en todo y en todas partes, menos en lo que nos corresponde.
Un solo día en la chata y angustiosa existencia de cualquier cubano puede llegar a ser una muy emocionante travesía por el universo, mientras el tipo asume por intervalos la presidencia de Haití o la de la ONU, la jefatura del Pentágono o la del programa nuclear de Irán o de Israel, la dirección del Real Madrid de fútbol o la del equipo Cuba de béisbol… Somos expertos en todas las materias, más expertos mientras menos sabemos sobre lo que hablamos, sin que nos importe un rábano (o precisamente porque no nos importa) aquello de que cuando las palabras pierden su integridad, también lo hacen las ideas que expresan.
No en balde una de las causas fundamentales de la crisis sin salida que hoy sufre nuestro país radica en los cincuenta años que pasó Fidel Castro jugando a ser jefe de guerrillas en las selvas de Latinoamérica y de África, y gastándoselas como el gran organizador de la miseria crónica en todo el tercer mundo. Aún hoy mismo, sin dar pie con bola para la solución de nuestra crisis, su heredero acomete la chulería de enviar a Suramérica expertos cubanos en agricultura o en educación, dos áreas absolutamente arruinadas por ellos en la Isla.
Lo peor de este tipo de chulerías es que parece contagiarse por el roce, como la sarna.
Por ejemplo, hace muy pocos días se manifestó en las calles habaneras (ojo: sin que la policía política se lo impidiese), un grupo al que llaman Observatorio Crítico, organización independiente que dice pretender algo así como el retorno al socialismo en estado puro, o sea, antes de que fuera una política de Estado, lo que equivale a decir cuando no era sino una simple fantasía de Marx y Engels.
El motivo de la manifestación nos retrotrae al curda que quiere ser presidente de Haití. En su defecto, Observatorio Crítico quiso expresar solidaridad con el movimiento internacional de los indignados. Y, vaya ocurrencia, fue a expresarla justamente en uno de los únicos rincones del mundo donde está prohibido por ley y porrazo ser un indignado o comportarse como tal, siempre que la indignación no sea como la que padece Observatorio Crítico, a saber, indignación contra el sistema capitalista, en abstracto, pero no, en modo alguno, contra su antecedente histórico, el feudalismo, que es más o menos el que impera en Cuba, agravado por un caudillismo egocentrista que remite a las cavernas.
Yo por lo menos prefiero la chulería del curda. Es más racional y hasta mucho más sana la aspiración a ser presidente de Haití que el papelazo de homenajear a los que protestan por allá lejos, en vez de protestar por los males que nos agobian en casa, los cuales por demás son más numerosos y peores. Eso por no hablar de las varias lecturas que sugiere el hecho de que los mismos que acosan y agreden a las nobles e indefensas Damas de Blanco le permitan a Observatorio Crítico desfilar por las calles habaneras como Pedro por su casa.
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