LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -El imparable decrecimiento poblacional en Cuba le importa un bledo a Raúl Castro y a quienes le acompañan en el ejercicio del poder. Frente a esta infausta predicción, revelada por Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), queda confirmado nuevamente el nulo sentido de nación que posee el gobierno, al que, sin pizca de pudor, continúan llamando revolucionario.
Las reticencias de las féminas a traer hijos al mundo, lo que supone un alto índice de abortos, tiene su basamento en los graves problemas socioeconómicos. A los deprimidos salarios se une el aumento del desempleo, así como la imposibilidad de optar por una casa o apartamento con los estándares mínimos de habitabilidad. Actualmente, el déficit asciende a más de un millón de viviendas.
El contexto actual favorece la enajenación y la marginalidad, sobre todo en los jóvenes, que tienden a proyectar su futuro lejos de la tierra donde nacieron. La preferencia por asentarse fuera también es otra de las causas que fundamentan los augurios sobre el marcado descenso de la población.
Según la entidad oficial que sacó a la luz detalles del asunto, para el año 2030 habrá en Cuba 10, 904, 985 habitantes. Al cotejar esta cifra con el número de los actuales, la disminución sobrepasa el cuarto de millón, pues, el último censo, realizado el año precedente, arrojó la existencia de 11, 163 934 cubanos.
Las consecuencias de tal reducción en un país despoblado, ya que Cuba cuenta con una extensión territorial de 110 860 kilómetros cuadrados, serán impredecibles. Pobreza extrema, aumento de la prostitución y el tráfico de estupefacientes, decadencia de los servicios sociales, entre otros fenómenos de gran impacto en la vida de la mayoría de las personas. Por supuesto que la parte más pesada de la carga caerá sobre los hombros de los cubanos de la tercera edad. Muchos no podrán aguantar las asfixiantes condiciones.
Los síntomas del darwinismo social avanzan a su consolidación en plazos que se aceleran en la medida que se desmontan las bases del socialismo real. La estatización a ultranza, caracterizada por las absurdas prohibiciones, el voluntarismo y el fomento de la burocracia a escala nunca vistas, hay que señalarla como el principal incentivo para el desencadenamiento de una serie de anomalías que han estropeado la economía y el tejido social.
La peor noticia radica en el hecho de que no existan metodologías razonables para revertir la situación. El círculo de poder sigue apostando por demorar una transición que facilite los reacomodos necesarios para que el país no caiga en el caos. Los cambios económicos implementados carecen de una visión pragmática que viabilice y no obstruya.
Mientras el fin de Raúl Castro y su séquito sea la conservación como clase política, nada se puede esperar más allá de las noticias que obligan a refugiarse en las zonas más recónditas del pesimismo.
En el 2030 seremos menos con muchos más dilemas a resolver. Los culpables del desastre retrasan el reloj de la historia a conveniencia. Hasta ahora, por desgracia, han tenido suerte en sus maniobras.