LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – Con la llamada actualización del modelo económico en Cuba, la actividad por cuenta propia puede ejercerse en plazas o locales del Estado, siempre que los arrendatarios respeten ciertas regulaciones urbanísticas.
Parece que hemos iniciado el camino sin regreso hacia la pequeña y mediana empresa privada, confiscada en su totalidad por Fidel Castro en los primeros nueve años de revolución (1959-1968).
Sobre este tema, la periodista Livia Rodríguez Delis, al parecer preocupada por el uso y cuidado que los nuevos arrendatarios privados den a esos espacios, publicó un reportaje en el periódico Granma el 12 de julio, titulado ¿Quién me orienta?. En su último párrafo dice: “Se trata de contribuir entre todos a preservar en las ciudades de nuestro país la imagen urbana, el orden y el buen gusto, siendo rigurosos en el cumplimiento de las regulaciones que están establecidas con ese fin”.
El reportaje sugiere al trabajador por cuenta propia no modificar los espacios arrendados por el Estado y no incurrir en la sobrecontratación de empleados, lo que evitaría el hacinamiento en quioscos y tarimas. Además, ofrece las coordenadas para que estos se informen y convengan con la Dirección Municipal de Planificación Física, las limitaciones en el orden legal, establecidas por el decreto 272.
Mientras, por un lado, para la actividad privada se estudia arrendar espacios ociosos y se exige a los arrendatarios cumplir con todas las normas higiénico-sanitarias y urbanísticas, por otro, el Estado sigue disponiendo de cuanto terreno o local se le antoje, sin ningún tipo de limitaciones, ni regulaciones.
Las autoridades de la capital, según el reportaje, proyectan arrendar más de 70 áreas comerciales al aire libre, además de sus locales “ociosos y subutilizados”. Esto generará nuevos negocios, la solicitud de nuevas licencias, además de propiciarles a los vendedores dispersos en sitios de poco flujo comercial, lugares céntricos donde vender.
Los locales comerciales que una vez la revolución de Fidel Castro confiscó y arruinó, parecen estar resucitando. Tiendas y almacenes desmantelados, plazas, parques y hasta un pedazo de acera en cualquier sitio de Cuba, acogen hoy a los trabajadores por cuenta propia.
Resulta irónica la preocupación oficial por el asunto y que se les exija a los nuevos empresarios tan enfáticamente “preservar en las ciudades de nuestro país la imagen urbana, el orden y el buen gusto”, además de tributar puntualmente lo establecido; cosas que nunca tuvieron que hacer las empresas del Estado socialista.
No obstante, ironías aparte, para todos es bueno el resurgimiento de los negocios privados y el rescate de los locales comerciales que el Estado destruyó. Enhorabuena.