LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – En días recientes, la prensa cubana se ha hecho eco de la represión ejercida por agentes policiales en el Viejo Continente, en particular contra los grupos que expresan su inconformidad con el statu quo mediante grandes sentadas, cuyos participantes han recibido la curiosa denominación de indignados.
Los colegas oficialistas no se molestan en explicar que la violencia se ha desatado cuando los manifestantes, tras advertírseles que se mantuviesen dentro de determinados límites de espacio, los han quebrantado de manera deliberada, acción que ha merecido la respuesta contundente de la fuerza pública.
Las imágenes más difundidas en los últimos días son las de los agentes blandiendo sus porras frente a los indignados y descargándolas sobre los cuerpos de los más díscolos. Lo que más nos llama la atención a los cubanos de hoy es que, en esas fotos y videos, los gendarmes actúan -si se me permite la expresión- “a uniforme descubierto”.
Esa actuación abierta nos resulta curiosa porque en nuestra Cubita bella no suele suceder lo mismo. La liturgia comunista prefiere que la policía no intervenga en la represión de los descontentos con el sistema; los castristas han optado por dejar esa ingrata tarea a “las masas indignadas”, herederas de la tristemente célebre “porra” machadista.
Con ese fin organizan en los centros de trabajo las llamadas “brigadas de respuesta rápida”, movilizan con rapidez a los gobiernistas que se encuentren cerca del lugar de los hechos o, llegado el caso, asignan ómnibus especiales para trasladar a esa tropa de choque allí donde se necesitan sus repudiables servicios.
Todos van vestidos de civil, aunque entre ellos no faltan los jefes que pertenecen inevitablemente a la policía política, quienes imparten las órdenes pertinentes y canalizan de diversos modos la supuesta “indignación ciudadana” que, lejos de ser espontánea, comienza, se exacerba y termina al conjuro de consignas.
Según informaciones recientes, otros de los llamados “actos de repudio” se preparan ahora contra grupos de opositores villaclareños que se aprestan a concurrir ante las autoridades provinciales para reclamar el esclarecimiento de la muerte de Juan Wilfredo Soto García a raíz de una golpiza policial en el parque Vidal de Santa Clara.
Seguramente las demandas de ese género se intensificarán ahora que, felizmente, el denodado líder disidente Guillermo Fariñas, a instancias de un grupo de destacados presos políticos recién liberados, ha decidido cesar la huelga de hambre y sed que inició para reclamar la investigación de la muerte de Juan Wilfredo.
Comentaba jocosamente el fraterno Coco, Premio Sájarov de 2010 otorgado por el Parlamento Europeo, que sus hermanos del Grupo de los 75 lo habían hecho objeto de “un chantaje”. Éste consistió en el anuncio de que, si él no cesaba la protesta, sus emplazadores -muchos de ellos seriamente enfermos- se unirían a ella.
¡Felicitaciones a estos valerosos compatriotas que lograron que Fariñas desistiese de su huelga! ¡Congratulaciones también al destacado psicólogo y ex preso político por haber escuchado los ruegos de esos y otros hermanos de empeños!
La lucha por el esclarecimiento de la cruel muerte de Soto García acaba de empezar. Ella necesita del concurso de todos sus hermanos de lucha, comenzando por el mismo Coco, que no sólo era jefe del occiso en el Frente Antitotalitario Unido (FANTU), sino también su amigo personal de toda la vida. ¡Que no piensen sus asesinos que quedarán impunes!