LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -El periódico Granma públicó el artículo “California invierte más en prisiones que en universidades”, el 10 de septiembre. Se trata de una nota más en primera página con exageraciones sobre las condiciones de vida de los norteamericanos, mientras se ignoran las pésimas situaciones afrontadas por los cubanos, que sobreviven al “borde del abismo”.
Sin embargo, lo que me motiva a escribir no es la situación de las universidades en Estados Unidos que, por cierto, abrumadoramente están clasificadas entre las mejores del mundo, a lo cual podría referirme en un trabajo posterior; sino la foto que aparece en el artículo, la cual muestra un pabellón de una prisión en Los Ángeles que me hizo recordar mi amarga experiencia en las cárceles de Cuba, especialmente en la Prisión Provincial de Guantánamo.
La imagen muestra un espacio totalmente iluminado, con literas de tres niveles, con sus respectivos colchones y los reos bien vestidos y alimentados. Una situación muy distinta a lo que viví en aquel lugar, iluminado por una bombilla de muy pocos kilowatts, donde más de 40 personas estábamos hacinados, con camas herrumbrosas, confeccionadas con cabillas corrugadas también de tres plazas, donde los más afortunados podíamos dormir sobre una colchoneta rellenada con bejucos secos, bajo la protección de los mosquiteros llevados por nuestras familias para protegernos de los enjambres de mosquitos en la noche y de las moscas por el día. Digo afortunados, porque muchos reos tenían que dormir en el suelo, pues no alcanzaban las camas. A mi llegada allí, yo pase varios días en esas condiciones, hasta que los presos decidieron darme uno de esos camastros.
El agua ligada con fango era suministrada en tres ocasiones, 20-25 minutos en el día, ocasiones que aprovechábamos para llenar pomos plásticos y un caldero muy grande para bañarnos. El vital líquido procedía de una laguna cercana, y su contaminación nos obligaba a esperar que se depositara el fango para tratar de filtrar con trapos el agua turbia que quedaba arriba y poder tomarla. Por tanto, las enfermedades gástricas eran permanentes. En largas colas en el comedor, el desayuno consistía en un líquido intragable llamado “chorote” por los presos, que se componía de gran cantidad de azúcar mezclada con agua y algún tipo de almidón, acompañado de un mendrugo de pan. Almuerzo y comida se componían alternativamente de una pequeña cantidad de arroz, picadillo de soya, chícharos o una gelatina blanca extraída del hueso del ganado, mal cocidos y muy difíciles de tragar, en oportunidades con sabor a productos descompuestos. Inmediatamente al recibir los alimentos, procurábamos evadir las moscas ante el peligro de tragarnos alguna, dirigiéndonos a nuestros camastros al resguardo de los mosquiteros.
Por otra parte, el hacinamiento provocaba continuos conflictos entre los reos, muchos de los cuales estaban desde hacía decenios allí, y presentaban claros signos de trastornos mentales. Afortunadamente en el local donde estuve, los problemas se resolvían, pero conocí muchos hechos de sangre debido a las rencillas e incluso suicidios, sobre lo cual en Cuba nunca se habla ni se brindan datos.
Cuando estuve aislado en Boniatico, en pequeñas celdas del sector de máxima severidad de la Reclusorio Nacional de Boniato, la alimentación era similar, servida aun con menor higiene a través de las rejas. Asimismo a los reclusos se les entregaba una muda de ropa compuesta por un chaleco sin mangas y un short gris, confeccionado con una tela que si no es la misma, se parece extraordinariamente a la utilizada para forrar las cajas de muerto por la empresa estatal correspondiente.
Durante mi estancia en las distintas prisiones, incluso en la celda tapiada de Villa Marista – el Cuartel General de la Seguridad del Estado-, puede conversar con penados, casi todos por tráfico de drogas, devueltos de cárceles de Estados Unidos, ninguno de los cuales prefería estar preso en Cuba. Narraban que en las penitenciarías estadounidenses se podía trabajar y aprender oficios, recibiendo el salario correspondiente, que ellos podían ahorrar para adquirir los artículos necesarios en las tiendas allí existentes
Sería oportuno que los articulistas de Granma dedicaran mayor atención a las condiciones en las prisiones de Cuba, a fin de contribuir a su adecentamiento. En ellas está hacinada en terribles condiciones la quinta población penal más elevada del mundo en relación con el total de los habitantes de la Isla, según datos aportados por Naciones Unidas, realidad recientemente reconocida de hecho por el Ministerio del Interior cubano en un trabajo aparecido en Granma hace unos meses.