LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -El domingo 9 los cubanos recibimos a un invitado inesperado. Arribó entre las ocho y cuarto de la noche y partió –gracias a Dios- a la una y cuarenta de la madrugada. Llegó sin avisarnos y se fue anunciado por el gentil sonido de las paletas de los ventiladores que volvían a girar.
La falla del sistema eléctrico –el apagón, como le decimos en Cuba- dejó a todos en suspenso. Nadie lo esperaba por no ser un invitado apreciado, aunque ya estamos acostumbrados a los frecuentes cortes de la electricidad que duran entre media y dos horas al día.
Para amenizar el tiempo a oscuras, nos reunimos en la sala a esperar el regreso de la luz, como si fuera la estación de un tren con horario desconocido que en algún momento llegaría, e iniciamos la charla entre lamentable y jocosa sobre el tema de los apagones.
En cuestión de minutos el móvil comenzó a sonar y nos enteramos primero de que la electricidad faltaba en toda La Habana y, después, con mayor consternación, supimos que el apagón cubría desde Pinar del Río –la provincia más occidental- hasta poco más allá de la mitad de la isla.
¿Qué pasó? Se preguntaba todo el mundo a oscuras. Desde el centro de la isla hasta la zona más occidental, en la penumbra de las lámparas de emergencia, las velas y los faroles que todavía sobreviven a la falta de kerosene, las suposiciones y los rumores se juntaron en busca de una explicación para el alarmante acontecimiento. Medio país estaba sin electricidad.
Uno se arriesgó a gastar la batería del teléfono celular para no perder el capítulo de la serie policíaca CSI en Nueva York, transmitido por la Televisión cubana en la programación de esa noche.
Los ilusos de siempre, se agruparon junto a un viejo radio VEF, reliquia de la era soviética, cargado con pilas aportadas entre varios vecinos, para escuchar la emisora Radio Reloj -la principal emisora “informativa” del país y cuyo eslogan oficial es “el canal de información continua más antiguo del mundo”-, con la esperanza de que ofrecieran alguna información, una explicación de lo que pasaba. Pero para su desilusión, con medio país a oscuras, los locutores no se dieron por enterados y continuaron leyendo sus malas noticias sobre desgracias ocurridas en cualquier parte del Planeta, menos en Cuba. Ante la obstinada negativa de Radio Reloj a decir lo que pasaba en la isla nos dimos por vencidos y alguien propuso escuchar música en lugar del repetitivo tic-tac que identifica a la emisora.
Durante las primeras horas de oscuridad la mayoría de los vecinos de la cuadra salimos al fresco de la noche, y en la calle se produjo, gracias al apagón, una reunión mucho más numerosa que las que organizan los delegados al Poder Popular para rendir cuentas a sus “electores” sobre esas tareas que casi nunca cumplen.
El legendario choteo del cubano alivió las horas a oscuras durante un buen rato. Los chistes sobre apagones se sucedían en aluvión y una verdadera competencia de cuentos y anécdotas curiosas y cómicas se produjo hasta más o menos las once de la noche.
Poco a poco, el sueño y el calor fueron venciendo a la mayoría, resignada a irse a dormir a pesar del calor y los ventiladores inmóviles, y aun sin saber qué pasaba en el país. “Mañana lunes hay que ir a trabajar, y la carrera olímpica para coger una guagua requiere de un descanso reparador”, comentó a manera de despedida una vecina muy cumplidora de sus horarios. “Un reparador es lo que hace falta, pero para que nos ponga ya la electricidad, y de paso trate de arreglar este país”; respondió un jocoso vecino.
Finalmente, fue el lunes cuando nos enteramos a través de la “emisora informativa” Radio Reloj de que se nos había ido la luz, y que –supuestamente- se debió a la rotura de una línea de alto voltaje de 220 mil voltios, entre Ciego de Ávila y Camagüey.