LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Los Decretos Leyes raulistas, que tanto ilusionan a los cubanólogos y a cierta prensa extranjera, por muy esperados que sean y aunque nos alivien un poco la urdimbre de prohibiciones y obligatoriedades, siempre quedan por debajo de las expectativas de la población. Eso, por no hablar del recelo y el temor a la habitual trampa que uno siempre espera de Papá-Estado. Sabemos por experiencia que como Jalisco, nunca pierde. Ni a las escupidas.
Precisamente ahora que tanto vuelven a hablar los mandarines de acabar con el burocratismo, imponen la obligatoriedad de acudir a los registros de propiedad municipales para poder realizar cualquier compra o venta de casas. Una decisión que pudiera parecer normal si estos registros contaran con suficiente capacidad en cuanto a personal y equipamiento para funcionar medianamente bien. Pero como no es así, ya veremos las colas y los sobornos -algunos dirán que son sólo regalitos- para destrabar los nudos y agilizar los trámites.
Pero eso no es todo. Para vender o comprar casas en los municipios capitalinos más densamente poblados (10 de Octubre, Centro Habana, Habana Vieja, El Cerro) se requiere el visto bueno de la Dirección de Vivienda. Todavía peor: cualquier trámite domiciliario en la capital que realicen personas del interior del país sin residencia legal en La Habana, requerirá también de la autorización de la susodicha Dirección.
Ahí está el filón de los corruptos. Que se preparen “los palestinos” a que los inspectores y funcionarios de la Dirección de Vivienda los chantajeen con la ley 217, que les impide establecerse sin permiso en la capital que dicen “de todos los cubanos”. Si no quieren que los extraigan –la revolución no desaloja, extrae, así sea con buldócers y policías de la Brigada Especial- de los llega y pon y los devuelvan a sus poblados de origen, tendrán que preparar el bolsillo para sobornar a los funcionarios de las direcciones municipales y provinciales de Vivienda. Sólo así los dejarán meter cabeza en el trapicheo inmobiliario, lejos de sus lomas y caseríos.
Lo mismo pasará a los que quieran mudarse a un cuarto con barbacoa en un solar de Centro Habana, un cuchitril en El Canal del Cerro o una casa apuntalada y con goteras, pero con habitaciones para todos, en la calzada de 10 de Octubre. Los funcionarios decidirán si eso es posible y avisarán en voz baja cuánto cuesta.
Y qué decir de los que aspiren a vivir en los futuros barrios de los nuevos ricos, porque ni soñar mudarse a las mansiones de las zonas congeladas del oeste de la capital a compartir el vacilón proto-burgués con la elite y los privilegiados hijos y nietos de sus papás.
¿Quién dijo que nos quitamos de encima los abusos, robos y extorsiones de la Dirección de Vivienda? Con campaña anticorrupción y todo, debimos haber sospechado que los burócratas mafiosos no iban a ser abandonados por sus padrinos, sin tener cómo ni a quién robar.
Ahora mismo, en la Dirección de Vivienda se preparan para apretar las tuercas y exprimirnos los bolsillos en las nuevas circunstancias. ¡Allá los bobos que creímos que con el Decreto Ley 288 íbamos a salir de los mafiosos!