PINAR DEL RÍO, Cuba, junio, www.cubanet.org – Los viejos caminan hasta los estanquillos donde venden el periódico, para hacer la cola de rutina. Regresan a sus casas bajo la lluvia. El diario que han comprado hace de paraguas. “A fin de cuentas, para lo único que sirve es para esto y para el baño”, dice un anciano mostrando un periódico empapado.
Nadie en Pinar del Rio, como en el resto de la isla, escapa a las preocupaciones provocadas por la lluvia y el viento. La causa común es el deterioro casi generalizado en las viviendas. Se suma a esto la escasez de materiales de construcción para las reparaciones. De vez en cuando, aparecen, pero el precio de los mismos no juega con el dinero en los bolsillos de la mayoría.
El salario mensual promedio de un trabajador es doscientos cincuenta pesos cubanos; al cambio, poco más de diez dólares. Un saco de cemento en el mercado subterráneo cuesta 100 pesos. Añádale el gasto en ladrillos y arena. Suficiente para que, a pesar de haber podido reparar el techo de la vivienda, le quede el complejo de culpa por privar de comida a los suyos por un buen tiempo.
Según reportes oficiales de estos días de lluvia continua, hay más de dos mil personas evacuadas en toda la provincia. Una joven que fue entrevistada, dijo: “Todas las condiciones están creadas en los albergues, lo principal, que es la comida, está garantizado”, mostrando en su mano una barra de dulce de guayaba. Ingenuidad o sutileza de la entrevistada, quizás descuido profesional por parte de la periodista, pero la realidad es una: con dulce de guayaba no se alimenta un ser humano.
Los funcionarios en los territorios afectados salen al terreno para aplicar el libreto de cada año: en la calle, con la gente, mojándose, pero solo apariencia, formidable performance de doble moral. Después, regresan a sus confortables casas, para cuidar el crecimiento constante de sus panzas, y prestos a firmar con manos ociosas los decretos para la espera infinita de los que perderán todo o casi todo a causa de los vientos y las aguas.
Sigue cayendo agua del cielo. Abajo, unos cruzan dedos y llevan los ojos a las alturas, pidiendo en silencio la salida del sol; otros beben alcohol barato en los rincones húmedos, intentando ahogar las penas que, al parecer, nadan muy bien. Martilleos constantes, anunciando reparos temporales que no llenan esperanzas. Alguien que duerme en su hogar esta noche, tal vez despierte mañana en un refugio. Si la vivienda queda destruida, el día del regreso al lugar de origen con los suyos puede demorar bastante.
En toda Cuba hay personas damnificadas por ciclones que llevan bastante tiempo, años, viviendo en refugios. No me canso de escribir sobre esto, soy de una provincia en la que todos los años se producen grandes pérdidas por ciclones o aguaceros. He visitado esos refugios y sé cómo sobreviven en ellos las muchedumbres.