LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) se reunieron con los vecinos tras el último discurso de Raúl Castro para debatir lo que éste calificó como indisciplinas sociales. El Noticiero Nacional de Televisión monitoreó algunas de estas reuniones para dar la impresión de apoyo popular, cuando en realidad son una muestra de la doble moral en que vivimos.
Dentro de estas indisciplinas se señalaron los juegos callejeros. Si bien es cierto que con estos juegos niños y jóvenes molestan a los vecinos, gritan palabras obscenas, discuten, faltan el respeto a los adultos que pretenden llamarles la atención y muchas veces obstaculizan el tránsito, esto se debe a que no cuentan con lugares apropiados ni juguetes donde y con qué distraerse. Los juguetes son caros y en CUC, por lo que muchos padres no pueden comprarlos.
Por otra parte, aunque como en épocas anteriores la televisión anuncia algunas de las opciones para el disfrute de las vacaciones, la situación que vive la familia cubana le impide a muchos acceder a estas actividades por la falta de dinero y la escasez de transporte, que los obliga a permanecer horas en las paradas esperando un ómnibus siempre abarrotado, y donde el viaje puede ser insoportablemente estresante por el exceso de calor, por lo que casi la única opción recreativa que tienen nuestros niños es el juego.
A esto se suma que las canchas, piscinas y terrenos de juego, donde nuestros adolescentes podrían divertirse sin molestar a nadie, están seriamente dañados por los embates del tiempo y la falta de mantenimiento, por lo que el baloncesto, el fútbol o la pelota se practican en la calle.
Mientras, los más pequeños juegan a los “tacos” -batear una chapa de botella- o montan chivichana por las aceras –una tabla rectangular a la que le añaden cajas de bolas y se impulsan con las manos o con la ayuda de otros niños-.
Felipe no ha podido llevar a los hijos a la playa porque un carro cuesta 20 pesos por persona, y la comida también es cara. Dice que va a empezar a ahorrar para las próximas vacaciones, y mientras tanto que monten chivichana. En cambio, el hijo de Papito va algunas veces a jugar a casa de un vecinito nuevo. Éste tiene una piscina inflable enorme y muchos juguetes que le envía la abuela de Miami. La mamá del muchachito llama a todos los niños de la cuadra para que jueguen todo el día.
Los cines tampoco son ya lo mismo que antes de 1959, e incluso que hace unos años, cuando había matinés diarias durante las vacaciones. Casi todos los cines de barrio han desaparecido, y los pocos que quedan son utilizados para otras actividades, en el mejor de los casos para ensayos de grupos de títeres, de payasos o de baile.
Nuestros parques han tenido todavía peor suerte. De aquellos entrañables parquecitos de diversiones con canales, tiovivos, cachumbambés y columpios de los que tanto disfrutaron los niños de hace treinta o cuarenta años, hoy apenas quedan solares yermos con algunos trozos de tubos que sobresalen de la tierra. En muchos casos ni eso, pues la basura los tapa.
Según el Granma del 4 de octubre de 2010, durante el vigésimo aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, José Juan Ortiz, representante en Cuba del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), aseguró que nuestra peculiaridad es “desde hace muchos años tener a la infancia como prioridad política”. Asimismo destacó los “entornos protectores de la niñez” creados en la isla.
¿Desconoce acaso que para proteger a los niños y niñas hay que proporcionarles condiciones para su esparcimiento, que ayuda a desarrollar hábitos y habilidades necesarios para la vida? Y el juego sano es un factor determinante para lograrlo.