LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Durante el mes de febrero se celebró en el Palacio de Convenciones de La Habana el congreso internacional Pedagogía 2013. Uno de los temas tratados fue la formación de los jóvenes para el mundo laboral.
En la revista Bohemia del 8 de marzo de 2013, al hacer referencia a este evento, se plantea que “en las manos de los educadores queda una de las llaves para abrir esa puerta”. Las llamadas aulas anexas dentro de la enseñanza técnica figuran entre las alternativas cubanas para garantizar mejor preparación de cara al empleo.
Los jóvenes vinculados a las aulas anexas son alumnos de las Escuelas Técnicas Profesionales, que así se les llama a los centros donde son ubicados los alumnos que han terminado el noveno grado con dificultades en el rendimiento escolar, por lo que su promedio en el escalafón de notas es muy bajo.
Estas escuelas son obligatorias para muchos jóvenes que han terminado la secundaria y que aún no llegan a dieciocho años, que es la edad laboral. Y aunque en teoría el objetivo de estas es prepararlos para la vida laboral, en la práctica la experiencia es diferente.
Marco Antonio es un joven que terminó la secundaria básica con notas muy bajas. Dice que no le gusta la escuela, por lo que era indisciplinado y ausentista. Él quería ser chapistero como su abuelo, pero como aún no tenía dieciocho años, tuvo que matricular por dos años en la Escuela Técnica Profesional Boris Luis Santa Coloma, de Diez de Octubre, para seguir vinculado al sistema educacional, porque si no, la Policía le hacía un expediente para Atención de Menores de la PNR.
Un gran problema de estas escuelas es que no en todas existen las mismas especialidades. Sin embargo, los jóvenes no pueden matricularse fuera de su municipio. Así, cuando Marco Antonio se graduó, recibió un certificado de obrero calificado en instalaciones hidráulicas, pero de eso no quiere saber. Ahora aprende chapistería con un vecino.
En estas escuelas los alumnos ingresan con noveno grado y aunque tienen que cumplir con un programa de español, matemática e historia, la falta de interés los hace indisciplinados e irrespetuosos con los profesores, a tal extremo que estos se ven imposibilitados de impartir clases, por lo que la falta de docentes es otra de las dificultades de estos centros.
Además, solo un día a la semana y durante media sesión un instructor lleva a algunos alumnos a una fábrica o taller a hacer prácticas. Otros ni siquiera disfrutan de esta ínfima posibilidad, pues a pesar de que la escuela se dirige a los centros de trabajo para hacer los convenios según la especialidad, muchos de estos se niegan a mantener aulas anexas por los problemas de disciplina de estos jóvenes.
Mi pariente Julio estaba reparando su casa y llamó en su ayuda a su sobrino Abel, graduado de obrero calificado en albañilería de una de estas escuelas. Una tarde, durante el almuerzo, sintieron un estruendo terrible y fueron a ver. Resultó ser una pared levantada por el joven, que se había desplomado.
El tío comenzó a despotricar contra el pobre muchacho, que para defenderse decía: “¡¿Pero tío, qué tú quieres, si en la escuela esa na’más miraba, casi nunca podía practicar?!”