LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Desde que Raúl Castro autorizara con bombos y platillos la iniciativa privada, muchos son los cubanos que han corrido a las oficinas del Ministerio de Trabajo a solicitar las licencias pertinentes para abrir cafeterías, restaurantes o cualquier pequeño negocio que los ayude a enfrentar, o a prepararse para, los inminentes despidos masivos, que elevarán el índice de desempleo a la estratósfera.
El pasado 25 de abril, el Noticiero Nacional de Televisión, en su emisión de la 1 de la tarde, se refirió en uno de sus segmentos a los avances de la actividad privada, que la gente llama comúnmente “cuentapropismo”.
Según el informativo, se han solicitado ya 187 mil licencias para abrir nuevos negocios o trabajar por cuenta propia. Entre las más solicitadas están las relacionadas con elaboración y venta de comidas rápidas, reparación de calzado y venta de bisutería.
Jorge, un zapatero remendón habanero que ofrece sus servicios en la calle Ayestarán, en el barrio del Cerro, me dijo: “A mí no me va tan mal, tengo clientela y todos los días gano alrededor de 80 o 90 pesos (unos 3.50 dólares)”. Pero se queja de que tiene que comprar en el mercado negro los productos que necesita para realizar su labor, ya que “no hay una tienda mayorista donde uno pueda abastecerse de lo que haga falta”.
Un matrimonio que abrió un timbiriche de comidas ligeras en Centro Habana explica: “Nos ilusionamos con la idea de un negocio privado y como mi esposo quedó cesante, probamos suerte con una cafetería, pero no nos ha ido bien, al punto que vamos a entregar la licencia porque no podemos seguir pagando el impuesto”.
Entre tanto, las calles de la Habana se han convertido en un gigantesco bazar donde se venden por todas partes artículos artesanales, ropa y todo tipo de cosas; algo bien recibido por la población. Aunque el gobierno ha prohibido a los particulares la venta de ropa traída del extranjero, se pueden encontrar en casi todos los negocitos privados confecciones de marcas reconocidas, a precios más bajos que los que se ven en las tiendas recaudadoras de divisas del Estado.
De igual manera, el Estado ha restringido la concentración de propiedad en manos de las personas para evitar el enriquecimiento individual; algo que choca con los planes para prosperar de Ramón, un chofer de bici taxi que pretende adquirir más de uno para rentarlos a otros que los trabajen.
“No se logra nada cuando atas la iniciativa, si yo les pago el impuesto por tres bici taxis, ¿Por qué no me dejan tener una cadena, o una empresa de bici taxis? ¿No ganamos todos en el negocio?” –se pregunta el soñador aspirante a capitalista.
Aunque es cierto que muchos han aprovechado la nueva apertura a la iniciativa privada y les está yendo relativamente bien, a pesar de las múltiples trabas y restricciones, también lo es que son numerosos los que, luego de la euforia inicial, han devuelto sus licencias al Estado ante la imposibilidad de que sus negocios sean rentables, debido a la aplastante burocracia, los leoninos impuestos y costos de las licencias y la falta de un mercado mayorista donde adquirir los suministros necesarios a precios que dejen un margen para obtener ganancias; que es en definitiva el objetivo primordial de cualquier empresa.
“En lo que va de año se han devuelto miles de licencias” –me dijo, bajo condición de anonimato, un funcionario del Ministerio de Trabajo, en Centro Habana. “No tengo acceso a las estadísticas, de ahí que no te pueda dar la cifra exacta, pero te aseguro que son muchas”.
Parece que los del Noticiero tampoco tienen esa cifra, al menos no la divulgaron.
“No hay dinero, la gente en la calle compra solamente lo imprescindible, con tantos despidos y tanta incertidumbre respecto al tema de la actividad privada, la gente lo está pensando dos veces antes de abrir cualquier negocito. Aunque tengo amigos que han acondicionado las salas de sus casas para poner una cafetería y les ha salido relativamente bien, hay otros muchos que se arrepienten de haberlo hecho” –expresa Dimas López, junto a un negocio de artesanía en la calle 42.
Como en la década de los noventa, los cuentapropistas surgen por todo el país. Esta vez cuentan con la “garantía” de Raúl Castro, que prometió eliminar a los que intenten sabotear o frenar su labor.
Por el momento se avanza a paso de tortuga, la incertidumbre, las carencias, las necesidades, los impuestos y la burocracia ponen freno a la “actualización del modelo económico socialista cubano”. Son muchos los que piensan que esta rudimentaria, tímida y agobiada actividad privada no será capaz de absorber al millón y medio de trabajadores que el gobierno ya ha comenzado a dejar sin empleo. Otros son optimistas. Está por ver quienes tienen la razón.
Al pensar en la “nueva actividad privada”, viene a mi mente un viejo refrán: No todo lo que brilla es oro.