LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Miguel Díaz-Canel, el nuevo heredero del régimen militar de los hermanos Castro, se ha presentado a sí mismo como “buen cubano”. Algo imposible de creer si tenemos en cuenta que está muy lejos de ser un demócrata.
En un discurso pronunciado, el 6 de marzo, en Santiago de Cuba, para conmemorar el aniversario 55 del llamado III Frente Oriental, el recién nombrado primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, dijo: “Entiendo ahora por qué Martí, al disponerse a hablar de Céspedes y de Agramonte, dijo que el extraño puede escribir estos nombres sin temblar (…) el buen cubano no´”.
Según como se perfilan las cosas, Diaz-Canel ha sido nombrado, aunque eso puede cambiar, como el último heredero político de los Castro. Y ciertamente es del todo imposible creer que un heredero de esas personas sea un cubano bueno.
Pero al margen de esta valoración, no es inadecuado preguntar: ¿Dónde estaba Diaz-Canel cuando el hundimiento del “Remolcador 13 de Marzo”? ¿Qué ha hecho para que los culpables, tanto intelectuales como materiales, de las muertes de los 42 compatriotas, 11 de ellos niños, en el hundimiento de esa embarcación sean llevados a los tribunales?
¿Qué hace Díaz-Canel para impedir que las Damas de Blanco sean agredidas, física y verbalmente, por las turbas encabezadas y dirigidas por la policía política, cada vez que esas mujeres desean expresar sus puntos de vista y reclamar derechos de manera totalmente pacifica?
¿Cómo es que este hombre que dice ser buen cubano está a favor de continuar gastando los recursos de la nación en inútil y obsoleta propaganda política del partido comunista, en mantener a decenas de miles de miembros de la Seguridad del Estado y a unas Fuerzas Armadas de cientos de miles de tropas, mientras cerca de un millón de familias cubanas carecen de vivienda y la inmensa mayoría de los trabajadores sobreviven con salarios de miseria?
¿Qué hizo para oponerse a la discriminación que durante 15 años sufrieron los cubanos, violando incluso la Constitución comunista de 1976, al impedírseles alojarse en los hoteles y asistir a los centros turísticos del país?
Resulta innegable que Diaz-Canel desea también que se le vea como un martiano. Pero Martí afirmaba que la patria es de todos y que era justo y necesario no negarle en ella asiento a ninguna virtud. Sin embargo, el partido comunista, de cuyo Buró Político él es miembro, descalifica y criminaliza como política gubernamental a todo cubano que no apoye o profese esa ideología.
Si su aspiración es que se le comience a conocer, pensando que es el sucesor elegido, con el título de “Miguel el bueno”, sería aconsejable que se percatara de que esa posibilidad es un delirio de su cabeza hueca.