LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -A través de las telenovelas que se consiguen en discos de DVD en los estanquillos particulares, los cubanos han aprendido mucho sobre la historia colombiana más reciente, especialmente en lo que se refiere al tema de las guerrillas y el narcotráfico.
Con dramatizados tales como El patrón del mal, Los tres Caínes, El rey de los cielos, El cartel de los sapos, El capo, Las muñecas de la mafia… entre otras, se han conocido aquí detalles de la secuencia de muerte y destrucción que ha azotado por más de cincuenta años a este hermano pueblo latinoamericano.
Hechos que fueron informados de manera muy escueta en la prensa cubana, y luego se olvidaron, regresan hoy, recreados en la pequeña pantalla, con la familia en pleno sentada frente a los televisores y siguiendo capítulo a capítulo el nacimiento, florecimiento y ascensión en el mundo de las finanzas, luego su crueldad, persecución por la policía y muerte, de Pablo Emilio Escobar Gaviria, el más grande narcotraficante que ha existido, así como la vida y obra de otros capos, como El Mexicano, Carlos Leder Rivas, los hermanos Orihuela y muchos más, que convirtieron el negocio de las drogas en un problema de estado y de conciencia en numerosos países de la región y del mundo.
También la formación y desarrollo, mediante el apoyo de estos capos, de las guerrillas de auto defensa campesinas, las guerrillas revolucionarias y otros grupos paramilitares ilegales, que bajo el pretexto de luchar por la libertad política y económica de Colombia, y para realizar transformaciones sociales, se han desgastado por décadas en una cruenta lucha, las que, sumadas en su totalidad, contabilizan casi cinco millones de damnificados, según datos oficiales recientes.
Las acciones y mecanismos de combate utilizados por estos frentes -que convirtieron a Colombia en el país más violento del mundo-, como la extorsión, el soborno, el secuestro, el asesinato y los carros bombas, utilizados tanto por guerrilleros como por narcotraficantes, son repudiados por igual por parte de nuestros tele-espectadores, cuando analizan el contexto desde la óptica humanista, ya que son los inocentes y la gente indefensa las que en su mayoría muere, y al final de la historia, tanto uno como otro bando persiguen el mismo fin, el poder económico y político.
Mediante los guiones de estos seriales, el cubano ha podido constatar la corrupción que ha asolado durante tanto tiempo los cuerpos de inteligencia y de la policía colombianos, penetrados por agentes guerrilleros y del narcotráfico. También la falta de energía política, y de nobleza, de las instituciones del Estado, para enfrentar la astucia de los narcotraficantes y las encrucijadas políticas impuestas por las guerrillas.
A falta de series nacionales con calidad y gancho para robarse la tele audiencia, los cubanos han tenido que echar mano, de contrabando, a las series colombianas, a sus intrigas, a sus cadenas de destrucción y muerte, de narcotraficantes y guerrilleros que se burlan del gobierno instaurando zonas de exclusión, donde gobiernan y se mitifican.
Mientras estas telenovelas de terror y espanto, mediante una puesta en escena, sacan a la luz verdades ocultas sobre los hechos acaecidos, un diálogo de paz se desarrolla precisamente en La Habana, protagonizado por muchos de los verdaderos protagonistas.
El mercado clandestino de DVD nunca ha funcionado tan puntual .