GUANTÁNAMO, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -El pasado 28 de mayo, en este espacio, fue publicado un artículo mío titulado “Situación de un monumento nacional”, en el cual me referí a los valores arquitectónicos, al tesoro documental que guarda la casa natal de Regino E. Boti, – primer gran poeta cubano del siglo XX- al estado de deterioro en que se halla dicho inmueble y a las constantes agresiones que recibe por parte de ciudadanos cuyos actos reflejan un primitivismo absoluto.
Ahora, menos de tres meses después, ante la indiferencia reiterada de las autoridades y la persistencia de las agresiones que recibe el frente del inmueble, duele ver la impunidad con que actúan en pleno centro de la ciudad los bárbaros que, amparados en la oscuridad y en el desparpajo que se ha extendido como una plaga indetenible por toda la sociedad cubana, aprovechan el portal de la casa natal del poeta para orinar sin miramiento alguno sobre las paredes y la puerta de dicha vivienda y hasta para defecar. La situación ha alcanzado su clímax en los recientes “carnavales”, que hace varias décadas perdieron el carácter espontáneo y folklórico que distinguieron a dichas festividades desde los ya lejanos tiempos de la colonia.
Las carencias más trascedentes para un pueblo, las que más inciden en su comportamiento y realce de su identidad son las espirituales. Convertida en máxima la divisa de que todo lo anterior a 1959 debía ser renovado, se arremetió de forma persistente contra principios morales de probada inmanencia social -por estimarlos burgueses y retardatarios-, contra la Iglesia -por entender que estaba a favor de los poderosos y era una fuerza oscurantista-; contra el matrimonio -por estimar que era una formalidad innecesaria-, contra la familia – pues se proclamaba que la familia de los revolucionarios eran sus compañeros de ideas-, y contra todo lo que de alguna u otra manera se opusiera a los intereses de los supuestamente sapientísimos e infalibles dirigentes de la Revolución .
Es cierto que nunca se promulgó una ley que privara a los padres de la patria potestad. Ni falta que hizo, pues a los estudiantes que continuaron cursando estudios en las ciudades se les impusieron programas de estudios que los mantenían alejados del control de los padres durante las principales horas del día, sometidos a un constante adoctrinamiento ideológico y adentrándolos por un camino de servidumbre hacia el gobierno que no pocas veces entraba en contradicción con la autoridad que emana de los padres y que los hijos deben acatar. Más indefensas aún quedaron las familias que se vieron obligadas a enviar a sus hijos a las llamadas escuelas en el campo donde la promiscuidad estaba a la orden del día y la decencia era otro rezago del pasado.
Ahora estamos pagando las consecuencias de esa política nefasta que tuvo como centro la destrucción de la Iglesia, de los valores ciudadanos y sociales acumulados en el devenir de nuestra historia y la autoridad de los padres sobre los hijos. Porque cuando un día un hombre en plena calle, a cualquier hora , sin importarle la presencia de otros peatones, abre su portañuela, se pone a orinar como si nada y nadie le sale al paso, es obvio que algo malo está ocurriendo. Y conste, hay muchos, yo diría que demasiados policías en Cuba, pero jamás aparece uno en esos momentos.
Un hecho al que algún día tendrán que dedicarse con seriedad los sociólogos e investigadores es la incidencia que tuvo en nuestro comportamiento social la emigración masiva de personas pudientes, profesionales y hasta sencillos ciudadanos que vieron en el avance de tamaña ola de vulgaridad y en la negativa a reimplantar la Constitución de 1940 y las libertades conculcadas por el golpe de estado de 1952 un peligro para su condición humana. A algunos de ellos se les puede catalogar como explotadores pero también es cierto que muchos, para llegar a ese estatus, no sólo tuvieron que trabajar duramente sino que se esforzaron para pulir sus conocimientos y poder contemporizar en sociedad, es decir, se levantaron desde su condición humilde, algo que no significa desconocerla sino identificar los atavismos y carencias que lastran la obtención de una mayor plenitud humana.
Igualmente ha incidido en este tipo de comportamiento el extraordinario flujo migratorio desde el campo a la ciudad. En las principales calles de cualquier ciudad de Cuba se puede apreciar que la mayoría de las personas caminan por el medio de las vías, lo cual es un típico comportamiento campesino. Por otra parte, antes, según he escuchado, uno de los requisitos exigidos para trabajar en cualquier lugar era ser decente. Ahora, para obtener un empleo, lo que más importa es tu posición ante el partido comunista y sus jefes, siendo penoso ver como hasta en una conversación entre mujeres en un centro de trabajo o en la calle, las palabras obscenas vuelan de una a otra como si se tratara de mariposas.
Desde 1959 quizás se haya hecho mucho en Cuba por elevar la instrucción del ciudadano, pero la decencia y el culto a las buenas maneras continúan siendo asignaturas pendientes. Lo que ocurre hoy en el portal de la casa natal de Regino E. Boti es la prueba más palpable de cómo la barbarie se afianza, nos atenaza y hostiga, gracias a la impunidad que favorece su extensión y crecimiento.