LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Hace varios años, la empresa de comunicaciones ETECSA realizó en Jaimanitas una significativa inversión de recursos técnicos y personal calificado, que trabajó durante semanas en la instauración de la infraestructura para posibilitar la instalación de líneas de teléfono fijo a la población.
En aquella ocasión las planillas se repartieron en el Consejo Popular y debían llenarlas los solicitantes, acompañados de avales firmados por militantes del partido comunista, certificando la integración revolucionaria del interesado. La anuencia del presidente del Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra finalmente decidía que vecino podía acceder al servicio.
Más de trescientos postes telefónicos y miles de metros de cables se desplegaron por todo el pueblo. Las expectativas por conocer los beneficiados colmaron las viviendas durante muchos días, al final del proceso, cuando se colocó el listado de aprobados en la pared de la bodega, gritos de alegría y dolor se mezclaron durante toda una semana con la algarabía habitual de bodegueros y clientes.
Los beneficiados con el teléfono, muy contentos, llamaban a familiares y amigos para darles la gran noticia, o se llamaban entre ellos mismos, los rechazados redactaron cartas de reclamación a la administración municipal y provincial del Poder Popular, a la dirección de ETECSA, al Partido Comunista, a la Asamblea Nacional del Poder Popular, o al presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Las capacidades técnicas de la infraestructura sobrepasaban por mucho el número de teléfonos instalados. Los jaimanitenses vivieron durante años con la ilusión de una segunda vuelta de asignación de teléfonos, hasta que hace unos días, se anunció en las Asambleas de rendición de cuentas del Delegado del Poder Popular a los electores, que se instalarían 50 teléfonos más, y se orientaron los pasos a seguir para aspirar al servicio, que eran los mismos que la vez anterior: dos avales de militantes del partido comunista y la aprobación del presidente del Comité de Defensa de la Revolución.
El número de solicitantes duplicó la cifra anterior. La expectación rozó límites irracionales. Militantes del partido y presidentes de los CDR, fueron nuevamente el centro de súplicas, sobornos y dádivas por vecinos desesperados. Cuando al fin pegaron en la pared de la bodega la lista de beneficiados, los chillidos de júbilo y voces de lamentos volvieron a confundirse con la bulla de clientes y bodegueros.
Llovió otra vez hacia el Poder Popular, el Partido Comunista, la Asamblea Nacional y el Consejo de Estado y de Ministros, misivas de reclamaciones por injusticias cometidas y prebendas otorgadas a personas con menos historial y requisitos que algunos impugnados. Quedó otra vez demostrado que hasta algo tan viejo y accesible para el resto de los mortales, como un simple teléfono, en Cuba se condiciona y manipula por el poderío comunista, para conseguir más control y dependencia del ciudadano.