LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -A la tumba de José A. Barnet Vinajeras (un ex presidente de la República de Cuba, quien ocupó el cargo desde el 11 de diciembre de 1935, hasta el 20 de mayo de 1936), le quitaron su lápida original y, en su lugar, colocaron una plancha de granito rústico y sin ningún tipo de inscripción. No se sabe quién está enterrado allí.
La misma fechoría se ha expandido a otros panteones. Centenares de nichos ya no tienen identificación, se ignora de quiénes son los restos que ¿descansan? en esos sepulcros. La memoria histórica del Cementerio de Colón se está perdiendo.
En la zona Este, donde se localizan las tumbas más antiguas, manos inescrupulosas han causado daños irreparables. Por ejemplo, en las sepulturas de quienes en vida poseyeron títulos de nobleza, se percibe que fueron robados emblemas heráldicos, bustos y frisos. Fuentes anónimas informan que blasones o epitafios interesantes, grabados en mármoles de Carrara, forman parte de los muestrarios de algunos coleccionistas de antigüedades.
Es cierto que una buena porción de la marmolería ya estaba arqueada y con innumerables grietas, como consecuencia del envejecimiento y la desatención de los propietarios, quienes en su mayoría se extinguieron o partieron al exilio. Pero las profanaciones han ocasionado el mayor daño, como en los casos de los sepulcros del ex presidente José A. Barnet y el alcalde habanero Manuel Fernández Supervielle, cuyas lápidas fueron fracturadas mediante actos vandálicos.
Alejandro García, cuentapropista, con 54 años de edad, comenta que hace 15 años retiró las obras de arte y objetos de valor del mausoleo que guarda los restos de su familia, por recomendación y autorizo del fallecido Jaime, entonces administrador del cementerio. “Antes que lo roben” -alegó- prefiero guardarlos en mi casa”
Los restauradores de la oficina del Historiador de la Ciudad laboran bajo el sol, encaramados sobre andamios y desbastando manualmente con papel de lija las superficies de las imágenes funerarias. Limpian, cuidan los jardines, realizan trabajos de albañilería, y sustituyen con mármoles de producción nacional las piezas deterioradas.
Sin embargo, el grueso de los trabajos es acometido en la avenida Cristóbal Colón, principal arteria de la necrópolis y trecho donde se concentra el mayor número de turistas que vienen a admirar y a fotografiar las decoraciones y tumbas de personalidades ilustres enterradas en la zona.
Afortunadamente, algunas tumbas permanecen intactas. Por ejemplo, la lápida de Josefa María Tarafa, quien fuera una víctima del azote del cólera en La Habana , en1833 (enfermedad erradicada en nuestro país hace 130 años y traída ahora de nuevo por la indolencia de nuestras autoridades de la salud), se salvó de ser sustituida por otra de granito. También las losas del Conde de Casa Bayona y el Marqués de Casa Calderón salieron ilesas, gracias a que su panteón resulta poco llamativo para el rango que ostentaban.
Pero Celestino González, jubilado, de 68 años, no quiere saber nada del cementerio. Su panteón familiar fue saqueado. Incluso sustrajeron el cráneo y varios huesos del nicho que guardada la osamenta de su madre. Él supone que el móvil del robo fue la hechicería. “Antiguamente, en Cuba, siempre respetamos a los muertos –afirma-, pero estas profanaciones evidencian que ya hemos degenerado hacia una nación bárbara e incivilizada”.