LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Un estudio de hace doce años, a cargo de la especialista Viviana Togores, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la Universidad de La Habana, establecía que en ese momento una familia cubana de cuatro miembros, necesitaba “siete veces el salario promedio actual para satisfacer sus necesidades básicas”. Pero entonces ni siquiera se pensaba en la política de precios no subsidiados, aprobada por el presidente Raúl Castro, el 18 de abril de 2011, como parte de los 313 “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”.
Sin embargo, hace poco más de un mes, en el discurso por el 26 de julio, Raúl Castro se persignó sobre este cadáver al que llaman Revolución, y dijo: “Mientras no avancemos en la producción y la productividad, empezando por aquellas tareas que están en la mano, que se pueden lograr, como es la producción de alimentos para ahorrarnos miles de millones de dólares en importaciones, no se podrán producir aumentos salariales”.
Ello nos dice que la revolución cubana puede empezar de cero, sin apresuramientos, oxigenándose con las contribuciones del sector no estatal, con las remesas familiares y con el turismo. Y entretanto, a Raúl Castro no le atañe si una libra de cebollas representa el salario de día y medio para un obrero, o si la de bistec de cerdo representa el de una semana.
¿Podemos aspirar a que el salario promedio constituya un incentivo para impulsar la productividad? En realidad nunca lo fue.
El pasado lunes 27 de agosto, “La columna del lunes”, perteneciente al semanario oficial Trabajadores, publicó un trabajo del periodista Ramón Barreras Ferrán, titulado ¿Círculo vicioso? El reportero y su entrevistado, el Doctor en Ciencias Económicas y Premio Nacional de Economía, Joaquín Infante Ugarte, en franca contradicción con lo expresado por Raúl Castro el 26 de julio, se posicionaron a favor de la idea de aumentar la productividad a partir del estímulo salarial.
Ugarte desarrolló una propuesta para incrementar los ingresos de quienes perciben salarios en moneda nacional, unidad monetaria que se mantiene 25 veces por debajo del peso convertible. Propuso establecer el cambio a 20 X 1, sin modificar los precios en las Tiendas Recaudadoras de Divisas. De esta manera, refiere el especialista, “se mantendría igual el poder adquisitivo de los que reciben ingresos en CUC”.
En medio de este “círculo vicioso”, están quienes apuestan por el aumento de la productividad mediante el incentivo salarial, o quienes sugieren todo lo contrario. Esto, desde luego, junto a la sentencia de Raúl, deja congelado el lineamiento 171: “Incrementar los salarios de manera gradual, dirigidos inicialmente a las actividades más eficientes y a la labor de aquellos trabajadores que aportan beneficios de particular impacto económico y social.”
Ya que “no se podrán producir aumentos salariales”, ¿por qué no se congelan también aquellos lineamientos dirigidos a eliminar los subsidios, tales como los 176, 248, 250 y 285, por sólo citar algunos? ¿Por qué, en lugar de “apreciar” la moneda nacional, como sugiere el economista Ugarte, no se implementa de una vez el lineamiento (55) sobre la unificación monetaria, a partir de la correlación actual de los precios?
Raúl Castro sugiere aguardar por el aumento salarial, mientras se hace el chivo con tontera ante la escalada de precios en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, todas de propiedad estatal. Obviamente, quien genera el desastre económico de una nación recoge más de lo mismo.
A estas alturas, con el alto costo de la vida en Cuba, la teoría de Viviana Togores quedó desestimada. Es impensable que una familia de cuatro miembros gane siete veces el salario promedio actual (420 pesos), unos 20 dólares; y ni siquiera con eso le alcanzaría para vivir dignamente. En cuanto a la propuesta del economista Joaquín Infante Ugarte, llega cuando la joroba en los Lineamientos del Partido Único ya fue dictada por Raúl Castro.