LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Por estos días, el número de trabajadores por cuenta propia ha decrecido de forma notable en algunas zonas de La Habana. Las causas de la disminución estriban en las razias protagonizadas por los inspectores estatales con el fin de detectar, multar y confiscar los productos a todas las personas que no posean el permiso para ejercer estas actividades.
Ni el soborno en dinero contante y sonante o por medio de la entrega de una cuota de las provisiones en venta, o ambas inclusive, logró poner a los cuentapropistas a salvo de los escarmientos.
“Por poco me agarran estos desgraciados. De casualidad me enteré del operativo y pude esconder a tiempo la carretilla con la mercancía. No es fácil que te dejen más “pelao” que una tusa de maíz”, expresaba José Manuel, un joven que vende frutas, viandas y hortalizas en la vía pública, con la ayuda de un carromato que él mismo construyó con restos de madera y cuatro ruedas de metal carcomidas por el óxido.
A tono con la explicación del suceso, agregó que no se ha inscrito en las nóminas del trabajo particular porque entre el pago a desembolsar por la licencia, los impuestos, las periódicas regalías a los inspectores con tal de evitar las medidas punibles por el motivo que se les ocurra, así como los altos precios de los proveedores, terminan el día con recaudaciones patéticas.
“Ellos (el gobierno) son los que nos obligan a delinquir. De todas formas, tengo la esperanza de encontrar otra vía para sobrevivir mientras espero que la situación se “normalice”. Como siempre sucede, después de la tormenta, llega la calma. Al final, el relajo se impone. Esto no hay quien lo arregle, sino fuera por las ilegalidades casi nadie podría subsistir en Cuba”, aseguró José Manuel.
Un bosquejo parcial en relación con el funcionamiento de los miles de negocios no estatales autorizados como parte del paquete de transformaciones económicas emprendidas por Raúl Castro, arroja que casi ninguno logra marchar sobre los carriles de la legalidad.
“El sistema está creado para que la racionalidad continúe siendo tan insignificante como un grano de arena en el océano. Cada amago de apertura se convierte en un paso adelante por la peligrosa ruta de la anarquía. Definitivamente no hay voluntad política para poner en marcha reformas estructurales. Si siguen retrasando el reloj de los cambios reales, las cosas pueden tomar rumbos insospechados”, indicaba un profesor universitario, que me pidió no relevara su nombre.
Es absurdo otorgarle credibilidad a los pronósticos optimistas. Al sopesar la combinación de factores que intervienen en el desarrollo de las dinámicas actuales, en materia socioeconómica, se llega a la conclusión de que son extremadamente bajas las garantías de que la clase política que controla el país redefina sus estrategias a favor de un proyecto capaz de legitimar la pluralidad en el mayor sentido de la palabra y de aceptar sin tapujos la inviabilidad del socialismo.
No estaría de más señalar que para que sea funcional cualquier agenda pro cambio, es conveniente que aparejado a las restructuraciones en la economía, se proceda a desmontar la pesada maquinaria política e ideológica. No hacerlo es el modo expedito de seguir atrapados en el círculo vicioso de una espera que desespera.