LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Leer la novela Larga es la noche es no sólo acercarse a los derrumbes sociales, éticos y humanos de una ¿revolución? anclada por más de medio siglo en el poder, sino también admirar, desde las pesadillas y las ilusiones cotidianas, la eficaz duplicación de un novelista, “al ser, simultáneamente, el narrador y lo narrado, quien escribe o inventa y el sujeto de su propia invención”, como sucede a todo escritor que se respete, según Mario Vargas Llosa.
Escrita por Frank Correa Romero, galardonada con el Premio de Novela Franz Kafka 2012, y editada por la editorial Fra, en 2013, esta novela es un suceso literario en Cuba. Contraparte o alternativa a la novela creada desde el oficialismo, en Larga es la noche la capacidad de fabulación de su autor, el empleo de mudas temporales y espaciales, así como la yuxtaposición de escenas, forman un tejido argumental que incitan a disfrutar el texto.
Como un demiurgo en camiseta y short en medio de la nada, Frank Correa va creando, apenas con un trazo, personajes con nombres sonoros y vidas apagadas por la marginalidad, el alcohol, las drogas, el presidio, y ese mal general, corrosivo, que sufren todos los cubanos en nuestra larga noche que no acaba: la desesperanza.
Desde un estilo vigoroso, con una prosa limpia, que corre como un rio por la cotidianidad cubana, arrastrándolo todo por las páginas del libro, y a partir de una estructura que permite la ubicuidad del protagonista, el lector, los hechos y el escenario, sin que se haga ilegible o deje de avanzar la trama, sobresale un personaje, el escritor, en lucha contra los demonios de la revolución y los fantasmas de las promesas muertas a través de una noche tan larga.
Hundido en la miseria más denigrante, cometiendo actos no siempre justificables en tiempos y escenarios normales, el escritor multiplica en los espejos de sus acciones la realidad de quienes están obligados a cualquier hecho con tal de sobrevivir, mantener una familia, o los sueños postergados, el decoro, a contrapelo de esa línea divisoria entre el bien y el mal que a veces se hace indefinible para los cubanos.
Parábola de los desposeídos que buscan un espacio donde construir sus sueños, alegoría de un hombre desesperado que desde sus caídas logra incentivar sus deseos de seguir, Larga es la noche es un canto a la lucha en medio del caos que nos estremece.
Mediante un lenguaje directo, a veces trágico o humorístico, pero sin caer en expresiones escatológicas de moda o en falsos culteranismos que suman al lector en el rechazo o el tedio, Frank Correa nos regala esa sentencia escrita en El Viejo y el Mar por su ícono, Ernest Hemingway, del que se siente deudor por partida doble: “Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.