LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -La comunidad de Guanabacoa asistió el pasado miércoles 15 de agosto a una procesión católica para celebrar el onomástico de Nuestra Señora de la Asunción, patrona de esa villa habanera. La misa se ofició por la mañana, y sobre las 6 de la tarde comenzaron a ponerse en fila, frente al Palacio Municipal, los clérigos de sotana blanca, monaguillos y feligreses, que custodiaban los estandartes e insignias de las sociedades cristianas. El gran púbico esperaba la salida de la venerada efigie.
La figura de la Virgen se puso en movimiento, y con ella casi todas las personas que estaban en el interior del templo. Un sacerdote, usando un altoparlante, dirigía las voces de entusiasmo religioso, cantaba himnos, y clamaba frases de alabanza a la Virgen. Algunos devotos seguían la imagen asidos a dos cuerdas que se extendían a la zaga de las angarillas, formando una estela humana. Parecían aferrados a un cordón umbilical que los unía con la Santa Madre.
Salió la Virgen de la parroquia. Repicaron las campanas. Al frente de la procesión iban las banderas de Cuba y el Vaticano, después pasaron los estandartes, la banda de música, los sacerdotes, y el altar de María, escoltada por cuatro ángeles. La procesión desfiló a intervalos. Rodearon el parque José Martí, marcharon por el fondo de la iglesia, en donde hicieron un breve descanso, transitaron por la calle de la cafetería El Faro, a dos cuadras del parque, y regresaron por el frente del santuario, que oficia desde 1721. Se detuvieron junto a la escalinata de entrada, y desde el campanario lanzaron pétalos de flores. La caravana atravesó el portón lateral por el cual había salido, y colocó la imagen frente al altar mayor. La ceremonia acabó a las 8 de la noche. Muchos creyentes se acercaron a tocarlas andas, y pedir un deseo.También se tiraron fotos al pie.
Casi no se vieron policías, o “civiles” en postura de acecho. Todos participaban a voluntad, con templada devoción, y hasta con júbilo. La fluidez del evento mostró que la sociedad civil puede organizarse, y no queda sumida en el desconcierto y la parálisis cuando deja de mirarla el rostro ceñudo del Estado. El “rescate de las tradiciones” le concierne a ella, y sólo en la autonomía de sus fueros podrá llevar a la superficie de los actos lo que han querido borrarle de la memoria.
Los cubanos pudieron ser testigos y cronistas de su propia historia. Un hombre tomó fotos de la Virgen con su celular, una pareja de jóvenes posó frente a un nicho, y una madre fotografió a sus hijos, que fingían rezar penitentes, arrodillados frente al retablo de algún santo. Pero esas pequeñas frivolidades turísticas nos devuelven un poco más la confianza en la libertad, y profundizan ligeramente una raíz de identidad con la nación. Cuando lo cubano se petrifica en un modelo singular, el rechazo del gusto puede ser motivo para el desarraigo. Cuando lo cubano es un árbol de raíces universales, lo cubano puede estar en cualquier parte, y en lo más humano.
Seguramente, hubo más personas en la peregrinación, que en los carnavales que se festejaron esa noche en el pueblo.