PUERTO PADRE, Cuba, junio, 173.203.82.38) – Teófilo Stevenson, el triple campeón olímpico y mundial de boxeo, acaba de perder su último y más importante combate: una cardiopatía isquémica le quitó la vida y fue sepultado lejos de este terruño y de sus seres más queridos, de los que un día dijo no cambiaría ni por todo el oro del mundo.
“Ahora murió pobre. No me explico cómo no lo trajeron para enterrarlo junto a sus padres en este pueblo que tanto amó y donde todos fueron sus amigos”, dijo Miriam, una tía materna que está al cuidado de la casa que aquí le fuera construida por indicaciones expresas del entonces Primer Ministro Fidel Castro.
Campeón olímpico de Múnich en 1972, Montreal en 1976, Moscú en 1980 y monarca mundial en La Habana 1974, Belgrado 1978 y Reno 1986; Teófilo Stevenson o “Pirolo”, como le decían aquí, era tenido poco menos que como un Dios.
Ahora todos no hacen más que preguntarse por qué no le dieron sepultura en la tierra donde nació y entre la gente con la que siempre mantuvo lazos afectivos extremadamente afectuosos, sin importar credos políticos o posiciones sociales.
Cuando se conoció la noticia de su muerte el pasado lunes 11, decenas de personas acudieron a su universalmente conocida casa; sita en la Calle 56 #79, en el otrora central azucarero Delicias -hoy Antonio Guiteras-, donde Stevenson tuvo una plaza de soldador que jamás ejerció.
A esta casa de dos plantas, aún con la pintura fresca, llegó el mismísimo Fidel Castro a saludar al campeón en el primer lustro de los años 70. En el recibidor hay fotografías inéditas de aquel día.
En el piso superior, junto al dormitorio del boxeador, hay una habitación que era especialmente para situar sus trofeos, muchos de los cuales ya no están aquí, aunque el pasado martes en la tarde todavía se veían en las vitrinas algunas de sus fajas, sus zapatillas blancas y los guantes aparecidos en las primeras planas de tantos diarios del mundo.
“Los turistas, hombres y mujeres, vienen y se paran allí para tirarle fotos a la casa”, nos dijo Miriam de pie en el portal.
Pero más que por la fama, quizás los turistas vengan aquí para mirar de cerca cómo es la vida de un campeón cuando concluye su carrera deportiva.
La entonces flamante vivienda de uno de los más grandes boxeadores no profesionales que haya tenido Cuba y el mundo tiene hoy las persianas clausuradas con pedazos de cartón y toscas ramas de árboles.
Al observar el estado calamitoso en que se encuentra la vivienda familiar del tan aclamado héroe deportivo, semejante a una caverna de aborígenes si la comparamos con las mansiones de los jerarcas por los que el campeón sudó la camiseta, es que uno puede comprender la naturaleza de la raíz y la savia del llamado “socialismo cubano”.
“¿Usted ve las condiciones en que está esta casa? Pues esto es un palacio comparado con la casa en que Teófilo estaba viviendo con su mujer y su hijo en el Reparto Náutico, en La Habana”, nos confesó la tía del boxeador.
Familiares, amigos y compañeros del deporte que fueron a La Habana a decir el último adiós a Stevenson debieron esperar por el ómnibus en la más absoluta penumbra.
En el portal de la casa no hay lámparas y apenas si las hay dentro. Hay más luz en un gallinero donde las aves ponedoras deben alimentarse las 24 horas del día que en la habitación destinada a los trofeos del tricampeón olímpico y mundial.
Quizás la comparación sea exacta más allá de la luz: Las gallinas ponedoras necesitan iluminación constante para continuar produciendo, pero la producción del campeón deportivo ya terminó. ¿Cuándo se ha visto a un granjero proporcionar abrigo a ejemplares que ya no producen?
Quien no crea que Cuba funciona como una granja, que venga y le eche un vistazo a la casa del campeón Teófilo Stevenson.