LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Entré a la oficina de Correos con la intención de suscribirme a tres periódicos nacionales: Granma, Juventud Rebelde y Orbe. La casillera me dijo que no se podían hacer nuevas suscripciones a particulares, que ese servicio había sido cancelado hace muchos años, y que sólo los organismos estatales (Partido, Sindicato, centros de trabajo…) tenían la potestad de adquirir nuevas asignaciones. Una viejita que escuchaba la conversación me preguntó literalmente si yo era un “repatriado”, y si acababa de aterrizar (no sé si de la Luna o de otro país), ya que en apariencia sólo alguien venido del exterior podía traer ideas tan “revolucionarias”, propia de los países normales, como suscribirse a un periódico o una revista.
Cuando averigüé la razón de origen con un viejo periodista, me dijo que cuando comenzó el Período Especial, y todos los periódicos tuvieron que reducir drásticamente los números de sus tiradas y su paginado, los organismos del Estado acaparaban mucho de la exigua oferta, y por ende se decidió limitarla para que los periódicos “llegaran más a los estanquillos”. Se mantuvieron vigentes solamente las suscripciones a las personas que ya tenían el contrato, pero a partir de entonces se eliminaron las nuevas suscripciones.
La conclusión es simple: ni siquiera la información oficial, autorizada, pro-gubernamental, ¿legal?, está al alcance de todas las manos. Es la única permitida, y además, es insuficiente.
Pero “hoy más que nunca” (para usar uno de los clichés de esta ideología maniquea, profeta del apocalipsis y de la resistencia), el pueblo cubano necesita de otras fuentes noticiosas, y una mayor variedad informativa. Ahora, si el gobierno quiere seguir embutiéndonos con la papilla ideológica de sus periódicos, con ese puré de socialismo manido, insípido, y que termina desnutriendo la capacidad crítica, si quiere seguir maquillando con nuevos retoques económicos ese “Estado de malestar”, si quiere continuar prohibiendo la circulación de la prensa extranjera, y limitando deliberadamente el acceso a Internet, está bien; pero debería al menos garantizar que sus ciudadanos, abiertos a los nuevos mercados de los servicios, tengan un espacio de reconocimiento mediático.
La idea no es nueva. En los años 80, circulaba en la Isla un periódico llamado Opina, una especie de tabloide que promocionaba anuncios de permuta y otros clasificados. Y como la mayoría de las ediciones, tuvo que cesar a comienzos de los años 90. Hoy en día, el Estado cubano publicita todas sus empresas (al menos en La Habana) a través de carteles in situ, camiones, y la guía de teléfonos. Y si en las Páginas Amarillas del Directorio Telefónico ha sido capaz de anunciar incluso hasta los kioscos, ¿por qué los cuentapropistas –incipientes empresarios del mañana– no pueden anunciar allí, o en cualquier otra publicación independiente, sus restaurantes y paladares, cafeterías, dulcerías, fruterías, pescaderías, barberías y peluquerías, tiendas de artículos religiosos, librerías, carpinterías, zapaterías, cristalerías, casas de costura, lavanderías, estudios fotográficos, estudios para la restauración de documentos, talleres automotrices, o sus negocios de reparación de celulares, relojes, colchones, y por supuesto los oficios clásicos, como electricista, plomero, albañil, herrero, joyero, cerrajero, amolador y lustrador de metales, profesores particulares, y los alquileres de casas y cuartos, de trajes (sobre todo para bodas y quinces), disfraces, películas y audiovisuales, amén de incluir las secciones de venta, donde puedan ofertarse las casas, los autos y medios de transporte, los muebles, instrumentos musicales, artesanías, equipos electrodomésticos, mascotas, y hasta solicitar y ofrecer puestos de trabajo? Podrían clasificarse por municipios y especialidades –con el resumen y los precios de sus mejores ofertas. Sería como un mapa de los servicios en la ciudad.
Algunos de estos negocios no existen aún en su forma privada, como los talleres automotrices, las lavanderías y las pescaderías. Pero si unos cantantes pueden ganar miles de dólares dando conciertos de reguetón, y un trovador puede hacerse millonario, como Silvio Rodríguez, por qué un mecánico no puede progresar embarrándose de grasa, una familia lavando para la calle, o un pescador con su modesta tarima en la que venda pescados frescos. Todo sin impuestos abusivos, y manías persecutorias.
A más de cuarenta años de aquella devastadora “ofensiva revolucionaria”, necesitamos una “ofensiva evolucionaria”.
Una publicación mensual, semanal, e incluso diaria, de acuerdo a los productos y servicios que se oferten, sería una excelente ayuda para los nuevos negocios que hoy intentan prosperar en la Isla. ¿Pero a quién habría que pedirle permiso, dónde habría que sacar la licencia? El Estado, con su filosofía de exprimirle hasta el ultimo centavo a los negocios privados, también podría sacar un beneficio económico si cobrase por esos anuncios. Lo preocupante es la voluntad política, ya que el socialismo está peleado a muerte con la idea de prosperidad, y parece regodearse en la pobreza.
Si el gobierno cubano deseara realmente el bienestar de su pueblo, en vez de perseguir a un sitio web como revolico.com, debería imprimirlo sobre blanco y negro, o mejor, a colores. Pero al Estado socialista, como todo monopolio arcaico, lo que más le interesa es sacar ventaja de su posición exclusiva de mediador. Sin embargo, todos los muros tienen fisuras, y lo único que conseguirá es acentuar la arraigada cultura económica nacional de vivir fuera de un Estado de derecho, donde la ley se burla una y otra vez. A pesar de toda la simulación política, el pueblo no se conforma con vivir en la pobreza, y usará todos los medios que estén a su alcance para salir de ella –aunque si son legales, mucho mejor. La ola popular no se detiene. El tiempo tiene la última palabra.