LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Desde que dejaron de ser jóvenes, hace ya tanto tiempo, los caciques de Cuba ven a los jóvenes como si fueran acelgas, las cuales sirven únicamente para relleno.
Su fórmula es simple: los adoctrinan desde niños para que no sean carne ni frijoles. Y saben de antemano que aquellos que no aprenden la lección terminarán abandonando el país. Así que tampoco constituyen peligro, aún menos.
Claro que precisamente por su simpleza, esa fórmula estaba condenada a la obsolescencia. Cada vez les reporta menos frutos. Y para colmo, las pocas acelgas de su última cosecha parecen ser de piedra. No son moldeables, así que no aplican ya como relleno.
Lo malo para los caciques (que es lo bueno para nosotros) es que esto ocurra en el justo momento en que los jóvenes vuelven a destacarse como impulsores de la historia, a través de su protagonismo en las rebeliones populares del mundo árabe.
Se comprenderá entonces que no atinen a reflejar su preocupación sino mediante el montaje de una rancia campaña propagandística, dirigida a presentar a la juventud cubana de estos días como entusiasta simpatizante con la revolución, tanto y tan entusiasta como pudo serlo la de cincuenta años atrás.
Ya que carecen totalmente de tiempo, así como de recursos políticos o morales, para poner en práctica nuevas fórmulas de adoctrinamiento, han optado por el plan, pueril donde los haya, de intentar hacerle creer a nuestros jóvenes y a los padres de los jóvenes (que tan bien los conocen) que ellos no piensan como piensan, sino como dicen pensar unos cuantos que salen por la televisión.
Hasta para escoger a los nuevos “héroes” que se destapan luego de haber realizado la “peligrosa” misión de infiltrarse entre las filas de la oposición pacífica, cuidan que sean jóvenes, sin detenerse a reparar en lo que verdaderamente opina nuestra juventud sobre esos infelices fantasmones sin credibilidad y sin gracia.
Jóvenes que no hablan como hablan hoy los jóvenes cubanos, y cuya única posibilidad de influir (la edad) se vuelve contra ellos apenas abren la boca ante la pantalla de televisión, porque desentonan dentro de la generalidad de sus iguales. He ahí el producto que ahora nos venden en abundancia, liberado de la libreta.
Son las acelgas de la última recogida de los caciques. Una pobre cosecha, sin duda.
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