LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Me sorprendió conocer que las autoridades cubanas cerraron El Cabildo, dirigido por el conocido barítono cubano Ulises Aquino, donde la compañía Ópera de la Calle presentaba sus excelentes espectáculos. No alcancé a disfrutarlo ni una noche de verano, pero me complacía saber de su existencia.
La justificación del cierre está argumentada en que era un grupo subvencionado por el Estado. Esta compañía, con excelentes cantantes líricos y bailarines, agrupa a ochenta y seis personas, y ofrece un espectáculo que ha despertado la admiración de un público no aficionado a lo lírico.
En El Cabildo, se había puesto en escena un concepto diferente del género, porque mezclaba ópera, zarzuela, rock, pop con ritmos populares cubanos, mediante un diseño teatral que privilegiaba a la compañía, al presentarla como un colectivo donde los integrantes proyectan una vibrante imagen propia e integrada, al mismo tiempo, en un todo que logra una realización artística impresionante.
La compañía había actuado en múltiples eventos, pero no tenía un local fijo donde presentar sus producciones. Y bien que lo merecían, por su nivel de excelencia.
Su promotor, Ulises Aquino, poseía una licencia de trabajador por cuenta propia, y montó un teatro al aire libre, un bar y restaurante con 150 sillas. La entrada para los cubanos valía dos cuc y para los extranjeros diez. La recaudación servía para pagar sueldos, de mil a dos mil pesos mensuales, a los trabajadores, según informó una agencia de prensa extranjera. Pero a eso la burocracia gobernante llama “enriquecimiento ilícito”.
Verdaderamente, el problema para la burocracia era que Aquino inició algo hasta ahora nuevo: que una compañía artística trabajara de manera independiente y comercializara su arte como ellos entendiesen. Y esto no lo iba a permitir la burocracia del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista.
Aunque el lugar ofreciera al pueblo la calidad de una excelente compañía, el éxito de su producción, la oferta de un lugar donde respirar buen arte; nada de eso importa a los ocupantes del buró desde donde parten las “orientaciones para salvar a la patria y al socialismo”.
Estos artistas por cuenta propia se habían liberado: actuaban para ganarse su dinero y disfrutar del acto de mostrar su arte ante un público que pagaba por un espectáculo de calidad.
A pesar de que, según la política gubernamental, los cambios de las medidas de actualización del modelo económico deben llevarse a cabo para lograr el éxito en todas las ramas y sectores del país, los hechos como este evidencian los frenos que pone el temeroso aparato gubernamental, y dan prueba de su miedo a la independencia personal de los ciudadanos, a que los cubanos se acostumbren a vivir fuera de los controles burocráticos y represivos.
Si La Habana, en los años 40, 50 y hasta la mitad de los 60, fue una ciudad gloriosa donde la vida nocturna era motivo de admiración, y en sus famosos cabarets un público de nacionales y extranjeros disfrutaba de espectáculos de altísima calidad hasta el amanecer; en el presente, a las nueve de la noche reina la penumbra en las sórdidas calles mal alumbradas y solo se ve a algunos temerosos peatones apresurados por llegar a sus casas. Ese es el rostro que muestra la otrora llamada París del Caribe, que hoy, gracias a 53 años de comunismo, se parece más a una ciudad haitiana –después del último terremoto-, que a la Ciudad Luz.