LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -El 5 de julio es el peor día de recordación para los vecinos del Caserío de Guanabo, pueblo y comarcas cercanas a unos treinta kilómetros de La Habana. Ese día, del año 2005, se instaló una subestación de alimentación a la red eléctrica nacional. La Planta, le llaman sus perjudicados, a los que este equipo les trastorna vida y salud.
“El ruido molesta tanto que nadie se puede acostumbrar, no podemos dormir bien, ni ver la televisión, porque la planta hace interferencia, distorsiona las imágenes, hay que poner el volumen muy alto. Tampoco podemos oír música sin elevar excesivamente el volumen, sobreponiéndolo al ensordecedor ruido de la planta”, comenta Lissette Pérez Pérez, de 43 años, residente en Caserío de Guanabo, madre de un hijo de 18 años y una hija de dos.
Expone también Lissette que “no solo el ruido te vuelve loca. La Planta echa tanto humo que nos arden los ojos a quienes estamos cerca. Tenemos que vivir con puertas y ventanas cerradas como si fuéramos presos”.
Otra vecina refiere: “A este paso vamos a terminar locos y enfermos de los pulmones. Los primeros serán los niños y los viejos. Ni los muchachos en la escuela, ni los trabajadores en sus trabajos pueden rendir eficientemente si no duermen bien, si no descansan. A veces la planta funciona días y noches sin parar, sin permitirnos ni un minuto de descanso, es terrible. Un técnico de Salud Pública hizo pruebas y nos confirmó que el nivel de ruido que origina la planta es casi tres veces superior a los 60 decibeles tolerables”.
Andrés Rojas, de 30 años, dice que la estación generadora “es de fabricación china y funciona con diésel. Fue instalada al calor de la llamada Revolución energética para contribuir a abaratar el consumo de electricidad y evitar los apagones, lo mismo que otras en el país, que tributan energía a la red nacional en momentos de mayor demanda. A veces permanece días sin funcionar, pero cuando echa a andar automáticamente se convierte en un gran trastorno para esas comunidades, con más de seiscientos pobladores”.
Explica Lissette que el problema lo han planteado a diferentes instancias del gobierno y del Ministerio de Salud Pública. “Nos hemos quejado en todas partes pero no dan solución, a nadie le importa nuestro problema. Somos ignorados”.
Rojas recuerda que “a pocos metros de la planta pasa un gasoducto que lleva gas natural desde los pozos de Boca de Jaruco hasta la capital. Gas muy barato y cercano, con más seguridad, y que no necesita transportación”.
Entonces, ¿por qué no ponen una toma de gas para el suministro a la planta del Caserío? ¿Quién fue el sesudo al que se le ocurrió montar la estación eléctrica en ese lugar poblado y no monte adentro, lejos de los centros urbanos? ¿Por qué no eliminan la planta tan mal ubicada o la sustituyen por otra silenciosa, moderna, que no perjudique la salud y el medioambiente?”