LA HABANA, Cuba, diciembre de 2013, www.cubanet.org.- Una llamativa entrevista a Ramón Sánchez Parodi, primer jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington entre 1977-1989, y vinculado a negociaciones secretas anteriormente, publicó el periódico Granma el pasado viernes 13 de diciembre, con el pretexto de la aparición del libro Cuba-USA. Diez tiempos de una relación, de la autoría de Sánchez Parodi. Nada en el diario oficial del Partido Comunista es casual y las expresiones del entrevistado sobre un tema tan sensible requieren la autorización de la alta dirección del país. ¿Cuál es el mensaje hacia la administración Obama, políticos, legisladores, y otros sectores de Estados Unidos?
Las revelaciones de Sánchez Parodi sugieren que la fortaleza del gobierno de Cuba llevó a los presidentes norteamericanos a buscar negociaciones secretas para avanzar hacia la normalización de las relaciones bilaterales, sin planear exigencias a cambio. Destaca el año 1974, cuando Henry Kissinger, el eminente secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional del presidente Nixon, envió “una oferta difícil de rechazar”, a pesar de los extensos discursos de Fidel Castro contra Estados Unidos y Richard Nixon.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la propuesta a las autoridades cubanas respondió a la política exterior llevada a cabo o iniciada por ambos estadistas: retirada de Viet Nam, acuerdo sobre Berlín, apoyo a la Ostpolitik (política hacia el este) del canciller alemán Willi Brandt y la doctrina de la “detente” o distensión, Conferencia sobre Seguridad Europea, conversaciones de desarme con la Unión Soviética, mediación en el conflicto árabe-israelí (Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz en 1973), apertura de Estados Unidos hacia China con la firma del Comunicado de Shangai por Nixon en febrero de 1972. La prepotencia soviética de Kruschov conducente a la crisis de los misiles en Cuba durante octubre de 1962, que irresponsablemente amenazó con una guerra nuclear, había quedado atrás, aunque en 1970 Nixon rechazó enérgicamente la construcción de una base naval soviética en Cuba. En 1975, el diálogo secreto se paralizó por el envió de tropas cubanas a África conjuntamente con miles de asesores soviéticos.
Indudablemente fue muy positivo el establecimiento de Oficinas de Intereses en Washington y La Habana en 1977, aunque la buena voluntad del presidente Jimmy Carter recibió el embate del llamado “éxodo masivo de Mariel” en 1980, uno de los obstáculos a su reelección. El Sr. Sánchez Parodi reconoció que el presidente Reagan “estuvo muy activo en promover acuerdos con Cuba, como los acuerdos migratorios del año 1984”, pero más adelante se contradice al aseverar que “desde el punto de vista de la hostilidad, los momentos más tensos indudablemente se produjeron a inicios del gobierno de Reagan. Entre otras cosas, porque él tenía un proyecto de echar atrás el proceso de normalización, como parte de su diseño de política exterior…”. Además omitió la aproximación de la Administración Clinton, frustrada en 1996 por el derribo de un pequeño avión y la muerte de sus cuatro tripulantes por el gobierno de Cuba, que puso en manos del presidente la pluma para firmar la llamada Ley Helms-Burton, que él no se proponía consumar.
Indudablemente, las opiniones sobre la situación actual constituyen lo más relevante de la entrevista: “Obama nunca ha estado, en ningún sentido, en un camino de búsqueda de una normalización de las relaciones. Su política es una versión light de la misma política de George W. Bush. No ha cambiado”.
Quizás moleste la positiva acogida en el pequeño archipiélago a la política pueblo a pueblo del presidente Obama que tanto ha beneficiado a los cubanos, aislados, carentes de todo, desde alimento y calzado hasta información veraz sobre el mundo exterior. Sánchez Parodi puso condiciones para la normalización de las relaciones; dijo que con Obama no se levantará la legislación norteamericana, y luego reconoció que “de hecho se está avanzando algo y el tiempo está a favor de que se levante el bloqueo”.
Muy bien conoce el experto que ningún presidente de Estados Unidos puede eliminar el embargo, sino la cámara de representantes y el senado. Esto se complementa con la provocación a los legisladores cubano-americanos, al minimizar su importancia para incitar a que se tornen más negativos aun hacia mayores medidas de Obama en el marco de sus prerrogativas presidenciales, las cuales aumentarían su ya apreciable popularidad entre los cubanos.
Finalmente, mientras aseveró que una relación normal sería beneficiosa para ambos países y “nuestro sistema político no es obstáculo para tener relaciones normales con cualquiera”, omite las exigencias para excarcelar al contratista norteamericano Alan Gross, preso desde diciembre de 2009.
El gobierno de Cuba continúa utilizando el pretexto del embargo, que no ha querido sea eliminado, al tiempo que fomenta el estado de opinión entre la población cubana y, sobre todo, parece estar enviando señales hacia Estados Unidos, difíciles de discernir para quienes no cuenten con más información sobre el estado real de las conversaciones en curso.