PINAR DEL RÍO, Cuba, junio, www.cubanet.org -La trocha militar de Mariel a Majana, implantada por los colonialistas españoles en el siglo XIX, para evitar el paso del general Maceo sobre el occidente de Cuba, es recordada en estos días por los pinareños, a propósito de los controles policiales que vigilan las carreteras y autopistas de Pinar del Río, para evitar que la ciudadanía traslade hacia La Habana carne de res, langostas y camarones.
Las pesquisas policiales, que se llevan a cabo a través de cuatro puntos de controles, establecidos en la carretera panamericana o central, y en la autopista Habana/Pinar, ahora incluye, además, un férreo control sobre la masa de cangrejo. Todo pasajero al que descubran llevando este preciado alimento, es víctima de decomiso instantáneo e imposición de excesivas multas, que dependen de la cantidad ocupada, o de su reincidencia en el supuesto delito.
Esta persecución se ha acentuado tras el aumento en las producciones de masa de cangrejo en los municipios costeros de la provincia Pinar del Río, cuyos pobladores, luego de las intensas lluvias registradas en los meses de mayo y junio, se han beneficiado con una abundante captura de los crustáceos, que salen en multitudes de su habitad o ecosistema, recorriendo las sabanas costeras en busca de sol.
Al preciado anfibio, del orden de los decápodos, a diferencia de las langostas, gambas y camarones, no hay que sacarlo del agua. Ellos no suelen ser grandes nadadores. Se desplazan por el fondo sobre sus patas, y en muchos casos son capaces de atravesar las carreteras hasta llegan a los patios de muchas viviendas ubicadas en territorios costeros.
En los puertos pesqueros de Punta de Carta y Boca de Galafre, en el municipio San Juan y Martínez, y en casi toda la zona sur del también puerto pinareño de Cortés, muchísima gente invierte su tiempo y esfuerzo en un difícil proceso manual para extraer la masa, que se aloja en patas y en el dorso del cangrejo. Un codiciado alimento, que llevan a su mesa y también intentan comercializar para ganarse la vida.
Un matrimonio habanero, que recientemente viajó a ver a sus familiares al municipio Cortés, narró:
“La guagua que sale de esta localidad hacia la Habana, a las tres y media de la tarde, es altamente vigilada. Justamente enclavado en el entronque de la carretera central y la carretera que va hacia Cortés, en un lugar conocido como Las Catalinas, se encuentra el punto de control policial, encargado de registrar paquete por paquete de cada viajero, a quienes les quitan cualquier marisco que lleven. Lo peor es que la mayoría de los decomisos tiene un destino incierto, por lo que creemos que probablemente se quedan en manos de policías corruptos”.
“Otros controles también se establecen, de manera sorpresiva en todas las carreteras de estos municipios”, aseguraba, por su parte, José Sautuyo Lam, un sanjuanero residente en una comunidad costera de ese territorio. Y añadió: “La gente se las ingenia para no pasar por los punto de control, desviándose por los montes o campos, y cuando ya los dejan atrás, pues vuelven a tomar otro transporte como pueden, y continúan su destino”.
Resulta increíble que durante el último medio siglo, los cubanos, rodeados de agua de mar, hayan estado condenados a vivir sin alimentarse de sus especies marinas. Este tipo de medida se une a otras, extremadamente impopulares, que continúan causando malestar dentro de la población.