LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Durante años, cada vez que se acerca un ciclón, Caridad comienza a trasladar para las casas de sus vecinos sus escasos efectos eléctricos y su ropa. Según ella, su casa se puede caer con un soplido. No lo dudo, porque por los techos se filtra el agua, los arquitrabes están rajados, con las cabillas afuera. Ya se cayó el balcón y las escaleras están al derrumbarse. Hace unos días la encontré cuando venía de la Dirección Municipal de la Vivienda,
-Vengo, que si me pinchan no echo sangre.
Para tratar de calmarla, la invité a mi casa, y me contó su odisea. En 1982 su vivienda fue declarada inhabitable y le hicieron un expediente para albergarla como “caso social”, porque tenía tres niños, es diabética y padece de los nervios.
Al principio esperó. Pero se cansó y comenzó a visitar la Dirección de Albergues, donde siempre le daban evasivas: que todavía, que ya faltaba poco, que el problema de la vivienda estaba muy difícil, y por último le dijeron que ya le estaban buscando casa. Cada vez que venía un ciclón la albergaban provisionalmente en la escuela José Martí, de la calle 12 y Rodríguez Fuentes, en Lawton.
Los años pasaron, y un día de 2007, con la paciencia que la había caracterizado, fue a ver a Miriam, la directora de albergues. Allí supo que la habían expulsado por andar en “negocios poco claros”. Otra empleada, después de buscar sin éxito su expediente, le dijo que se había perdido.
-No salía de mi asombro, y allí mismo me dio una crisis nerviosa –me dijo.
Desde aquel día la dieron por loca. Entonces, para callarla, le abrieron un nuevo expediente.
Después de este incidente, Caridad frecuentaba más las oficinas de albergues, pues se dio cuenta de que sin presionar no conseguiría una vivienda decorosa. En octubre de este año, la empleada de la oficina de albergados le dijo que su expediente se había perdido otra vez, que trajera los papeles para hacerle uno nuevo.
Así lo hizo, indignada. Cuando le mostró su propiedad a la empleada, la mujer le dijo que tenía que dejar el original, a lo que ella se negó. “Si dejo la propiedad” –pensó- no la veo más, porque ni yo estoy loca, ni mis expedientes tenían paticas”.
Por este motivo, se negaron a hacerle el trámite. De manera que hoy, después de treinta años, Caridad está como al principio: esperando a que su casa le caiga encima.