LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 – El primer número del actual año 2013 de la revista católica Espacio Laical contiene un dossier dedicado al estado de la prensa cubana. El trabajo consiste en las respuestas brindadas por algunos conocedores de esta materia a las preguntas de los editores de la publicación. Los convocados fueron el politólogo Esteban Morales, el investigador Jorge Gómez Barata, el sociólogo Aurelio Alonso, los periodistas Luis Sexto y Justo Planas, y el corresponsal de la BBC en Cuba, Fernando Ravsberg.
Hay que reconocer que, haciendo honor al carácter abierto de esta revista para tratar los asuntos más candentes de la sociedad cubana, los participantes – unos más, otros menos- fueron muy críticos con los medios de prensa oficialistas, y expresaron muchas verdades que la maquinaria del poder se afana en ocultar. Se dijo, entre otras cosas, que la prensa oficialista no refleja, o lo hace de manera ineficiente, los problemas y preocupaciones de la población; que en vez de informar al público, se dedica a agradar a aquellos que solo quieren ver el rostro positivo del país; que no aborda los conflictos de los países amigos de Cuba, y por el contrario trata hasta el cansancio las dificultades de las naciones no afines a la revolución cubana; que abusa del monopolio de la información; y que a los periodistas que en ella trabajan solo les queda obedecer los lineamientos trazados por las instancias gubernamentales o partidistas.
Con respecto a las causas de semejante estado de cosas, algunos de los encuestados plantearon que la génesis del asunto habría que buscarla en la adopción de la experiencia soviética, cuando fueron importados, además del modelo económico, su superestructura política, los criterios institucionales, y las prácticas ideológicas vigentes en aquella nación. Para otros, en cambio, todo no ha sido más que la interferencia del Departamento Ideológico del Partido Comunista, el cual decide qué se puede, y qué no se puede publicar, lo que provoca que la prensa carezca de voz propia y oído crítico, y no pueda desempeñar el papel que le corresponde y que espera la población.
Casi todos los especialistas presentados en el dossier destacaron la importancia de los medios alternativos para llenar los espacios no ocupados por la prensa oficialista. Se mencionaron los blogs, los sitios web, publicaciones como Temas, Criterios y Espacio Laical, y hasta los medios de prensa de la diáspora. No obstante, casi hubo consenso en que el problema de la información en Cuba se resolverá cuando la “gran prensa” -es decir, los medios que hoy clasifican como prensa oficialista- logren despojarse de las deficiencias que actualmente afrontan. Tal y como podía preverse, la prensa independiente cubana fue ignorada por todos los participantes.
Cuando los editores de Espacio Laical indagaron acerca de los caminos a transitar por la prensa cubana con vistas a la erradicación de sus imperfecciones, afloraron las ataduras de varios de los encuestados con el oficialismo. Mientras que Esteban Morales, el más crítico de todos, estima que “el compromiso de la prensa cubana es con la verdad, y debe buscarla por todas las vías, sin dejarse llevar por las apariencias, las limitaciones o las presiones ejercidas desde instancias superiores”, el resto de sus colegas pensaron en los “peligros” que la apertura informativa podría traer a los cubanos.
Luis Sexto hace notar que “ignorar la existencia de la hostilidad norteamericana equivaldría a observar con un solo ojo la realidad”; Jorge Gómez Barata aduce que “la prensa cubana debe consagrarse a la defensa del socialismo, y ser parte de la lucha de nuestro pueblo por consolidar su independencia y su soberanía, y ser consecuentemente antiimperialista”; y Aurelio Alonso, por su parte, señala que “liberalizar linealmente, literalmente, en sentido abstracto, nos llevaría de regreso a la prensa burguesa”. Y el señor Ravsberg, quizás para acercarse a la tónica de la mayoría, declara la necesidad de una ley de prensa que evite que el péndulo vaya a los extremos: de la desinformación al hipercriticismo irreflexivo.
Por mi parte, de haber sido encuestado, hubiese respondido que la prensa no es más que un reflejo de la sociedad a la que pertenece. Si las leyes de un país refrendan la supremacía de un partido político sobre el resto de la sociedad, es lógico que la prensa vele, en primer término, por los intereses de esa agrupación política, y relegue su misión informativa a un segundo plano.