LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – “Más de las tres cuartas partes de las entidades agropecuarias carecen de ingenieros agrónomos, y a casi la mitad de las cooperativas le faltan técnicos en agronomía, mientras sólo algo más de un 20,0% de ellas cuenta con técnicos veterinarios y de contabilidad”. Con estas palabras comienza un artículo titulado ¿Montear con gato?, publicado en la revista Bohemia el 29 de enero.
En el mismo se analiza la extrema carencia de especialistas en los campos cubanos con desastrosas consecuencias para el desarrollo de la producción agropecuaria. Es una situación paradójica, pues al mismo tiempo una apreciable cantidad de especialistas en la materia se han graduado en los niveles superior, medio y de obreros calificados durante años, con colosales inversiones y gastos en materia de educación, sin haberse recibido una respuesta productiva como era lógico esperar. En el artículo se recuerda la pregunta formulada por Raúl Castro, hace tres años, cuando indagó sobre el total de agrónomos graduados por la revolución. La respuesta fue 31 mil, pero solamente permanecían en la agricultura menos del 20,0%.
Los datos del Censo de Población y Vivienda de 2002 indican que en ese año existían 41 mil 724 profesionales graduados en ciencias agropecuarias de nivel superior en Cuba, 171 mil 993 técnicos medios y 8 mil 762 obreros calificados en igual especialidad. A ello se suma que en el período 2002-2009 se graduaron 5 mil 837 profesionales de nivel superior, 64 mil 702 técnicos medios y 656 obreros calificados, los que debieron sustituir con creces a los jubilados y bajas por otros motivos.
En Cuba existían 6 mil 855 entidades dedicadas a la agricultura, ganadería, caza y silvicultura en 2009, de las cuales 6 mil 398 eran cooperativas de distintos tipos, de acuerdo a la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). Comparando el número de entidades productivas con la cantidad de especialistas, es evidente que no debería existir ninguna carencia. Pero como se aprecia en el artículo, los graduados rechazan trabajar en la agricultura e incluso, como cita Bohemia, “solo el 60,0% de la exigua fuerza profesional y técnica disponible en las cooperativas -de Crédito y Servicio (CCS), y Producción Agropecuaria (CPA)-, estaba vinculada al campo”.
Paralelamente, las entidades agropecuarias carecen por lo regular de personal calificado en materia económica. En muchos casos se trata de unidades productivas a cargo de miles de hectáreas de tierra y un patrimonio económico ascendente a decenas de millones de pesos, en un porciento muy alto, sin tener una contabilidad medianamente confiable. Un factor que ha contribuido grandemente al grado de ineficiencia y descontrol prevalecientes. Esto último trae por consecuencia altos niveles de desvío de recursos y corrupción, entre otros males.
Este pésimo panorama es consecuencia de las malas políticas económicas y sociales presentes durante decenios en toda la sociedad cubana, en particular en el área rural. La decisión de concentrar la tierra en manos del Estado, administrada usualmente por una burocracia incapaz y derrochadora, así como la falta de estímulo a los trabajadores provocaron un desarraigo masivo del medio rural, en especial las nuevas generaciones. Los campesinos han estado aislados con muchas dificultades y escaseces, y al mismo tiempo no ha habido reconocimiento social a una labor que demanda muchos esfuerzos y sacrificios.
El obrero agrícola ha tenido muy bajos salarios, usualmente inferiores al merecido por su duro trabajo. Por tanto, se ha producido un éxodo masivo a los pueblos y ciudades, con la nefasta consecuencia de la caída de la producción agropecuaria, de manera que Cuba, otrora exportadora de alimentos, se ha convertido en importadora del 80,0% de los necesarios. Cuba, que fuera un país eminentemente agropecuario, en 2010 generó sólo el 3,7% de su PIB en ese estratégico sector.
Dentro de este marco, los especialistas desalentados por ser mal pagados y sin reconocimiento social, en la mayoría de los casos se sienten frustrados aún más por estar subordinados a directores y administradores de empresas nombrados por criterios políticos, sin conocimientos apropiados para comunicarse y entenderlos, lo que dificulta la aplicación de criterios científico-técnicos.
Además, los jóvenes no han sido estimulados suficientemente a estudiar para técnicos medios y obreros calificados agropecuarios. En los centros educacionales ha existido infinidad de problemas y carencias, con limitados y atrasados medios de enseñanza, y condiciones de vida deplorables para estudiantes y profesores. Todo unido a una propaganda dirigida a denostar a los productivos campesinos privados, con el calificativo de “capitalistas”.
En realidad, la situación de subvaloración de los profesionales de nivel superior, técnicos medios y obreros calificados del sector agropecuario no es única. La historia se repite en todas las especialidades, en mayor o menor proporción. De acuerdo con datos oficiales del total de la población económicamente activa cubana, aproximadamente el 68,0% corresponde a personas con educación media superior (2673, 6 miles) o superior (772,1 miles), según el Anuario Estadístico de 2010. El problema reside en que gran parte de ese apreciable ejército de ciudadanos calificados no ejerce sus profesiones. Es relativamente fácil encontrar este personal realizando actividades simples en el turismo, o como taxistas y artesanos, con el objetivo de obtener ingresos que permitan mantener a sus familias en los momentos tan difíciles que se viven en el país.
El artículo de Bohemia, ante la falta de personal calificado en la agricultura, recuerda el viejo dicho de los ganaderos cubanos: “Cuando no hay perro, se montea con gato”. El problema parece ser que hasta los felinos han abandonado el campo.