Entrevista con la bloguera Lía Villares
LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -“Crear es resistir” resulta una certeza para Lía Villares, conocida en la blogósfera alternativa cubana y muy conocedora de ese nuevo mundo. “Grito, luego existo, dijo Reinaldo Arenas mucho antes de suicidarse. Me lo apropio si es un grito sereno de resistencia”, ha escrito precisamente en uno de sus blogs esta hija de padres periodistas, criada en una familia donde lo más natural era el interés por las artes, que escribía desde muy niña canciones, poemas y cuentos con su hermana Lizabel Mónica y que luego hizo estudios de música.
No fue, sin embargo, hasta 1998 que ambas se interesaron seriamente por la literatura, tras conocer al escritor Jorge Alberto Aguiar y asistir a los talleres que él impartía, lo cual llevó en 2007 a una especie de blog colectivo llamado Proyecto Rizoma(s), en homenaje a la difunta revista literaria Cacharro(s) que habían editado entre 2003 y 2005 el propio Jorge Alberto Aguiar (JAAD), Rebeca Duarte (Lizabel Mónica) y Pía McHabana (Orlando Luis Pardo), y que a su vez había sido un homenaje la revista Diáspora(s). Varios textos suyos habrían de aparecer también en una revista posterior, 33 y un Tercio, que se publicó digitalmente hasta hace poco tiempo, editada, entre otros, por Raúl Flores, y que continuó de alguna manera el camino iniciado por Diáspora(s) y Cacharro(s).
A través de esta entrevista para Cubanet podemos conocer más detalles sobre la joven bloguera.
Cubanet – ¿Cómo fue tu descubrimiento y, luego, tu iniciación en el mundo de internet? ¿Qué significó para ti?
Lía Villares – Aparte de adentrarme en serio en la literatura, a JAAD le debo un poco también mi “asomada” a la ventanilla virtual, que gota a gota escurríamos durante madrugadas enteras en Luyanó. Recuerdo a JAAD aconsejándome sobre las distintas maneras de economizar el tiempo online, abriendo múltiples ventanas que a su vez no dejaban que se abriera completamente ni la primera, porque la velocidad de conexión era, y sigue siendo, vergonzosa: hay cosas que parecen no cambiar nunca… Al principio, mi blog, personalísimo (lo sigue siendo), estaba estacionado en MySpace, otra de las redes sociales de entonces. Por supuesto, para mí era un entretenimiento exhibicionista y juvenil, aunque la posibilidad de ver publicados mis textos y mis fotos al momento, listos para la mirada del siguiente visitante internacional, era un gesto casi impúdico e irreversible que todavía hoy me estremece.
CN – ¿Cómo describirías la blogósfera alternativa cubana? ¿Crees que puede llegar a tener algún impacto verdadero sobre la sociedad y, en fin, sobre los cambios profundos a que está obligado el país?
Lía V. – Del boom blogósfero cubano, dentro y fuera de Cuba, se ha hablado mucho. Es sorprendente que no haya habido un descenso después del clímax, pues lejos de calmarse, esa ola ha ido sumando fuerzas dondequiera que hay un cubano con algún acceso a internet, ya sea en Pinar del Río o en Japón. Lo que al principio era maravilla ahora es casi lugar común. Tanto, que mi modesta colección de suscripciones por RSS se ha quedado corta. Los nuevos blogs que salen a diario son tantos que ya no puedes darte el lujo de conocerlos todos, y mucho menos de seguirlos. La Academia Blogger, con sede en la sala de la casa de Reinaldo Escobar y Yoani Sánchez, fue el lugar perfecto para que muchos de los que ya teníamos un blog, y los que comenzaban a indagar en las cuestiones más técnicas de wordpress, nos conociéramos y estableciéramos, la mayoría, una entrañable amistad.
Si no creyera en la importancia que este movimiento alternativo ha llegado a tener, por convertirse de hecho en el salvavidas del naufragio total de la información que entra y sale de la isla, en ese poco de oxígeno que hemos arrebatado en las narices del control total, al menos en la red —devenida ahora hiperrealidad—, ¡pues no te estuviera dando esta entrevista! Como dice la artista y colega Ana Olema, hemos pasado a ser una especie de “resucitadores civiles”, que no nos contentamos con comentar o dar noticia del nuevo atropello, sino que salimos a embestir lo que venga, como fue el caso del último juicio de Gorki Ávila y el de Héctor Riscart Mustelier (Ñaño). Nuestro grito virtual por la carencia total de derechos civiles y humanos pasa a ser uno muy real con nuestra presencia en el juicio, donde el absurdo llega a que la ley no reconoce la inocencia del acusado hasta que no se prueba lo contrario. Eso lo entendería si tuviéramos una situación milenaria como en Irán, donde hay un fanatismo por un poder superior que ha de ofenderse casi con cada acción humana.
En nuestro caso es muy triste reconocer cómo en los más de cincuenta años que lleva este sistema en el poder, nuestros derechos han sido retirados y pisoteados en demasiadas ocasiones, y aún no encontramos solución. Al mismo tiempo, una postura así de pesimista no podría sostenerla un “resucitador”, así que quienes nos consideramos activistas (por los derechos civiles, siempre que reclamemos y nos pronunciemos ante todo abuso de poder) es porque de verdad queremos, aspiramos y visualizamos ese cambio posible y no nos quedamos de brazos —o mares— cruzados. La denuncia sobria y la palabra escrita, o gritada a pulmón, es por ahora nuestra principal arma, pues si hemos sobrevivido a la gran desinformación de cuatro generaciones, nos proponemos ahora una prensa virtual confiable, lo más libre y múltiple posible.
CN – Muchos jóvenes anhelan irse de Cuba porque aquí no creen tener perspectivas, pero, por otro lado, en los últimos tiempos ha ocurrido que numerosos jóvenes han expresado abiertamente sus ideas, sus críticas y desacuerdos con el gobierno, y han decidido, más que reclamar sus derechos, ejercerlos. Eso no es un fenómeno generalizado; sin embargo, ¿te parece que tiene algún significado más allá de lo simplemente anecdótico? ¿Y por qué no te seduce la posibilidad de emigrar?
Lía V. – Hay ahora mucha más conciencia de que se puede trabajar en conjunto por una causa: libertad. No hay nada tan abrumador y escandaloso como la falta de libertades y muchos jóvenes que habían abandonado la idea de reaccionar, de actuar, ahora se replantean con más ánimos la apuesta por la fuerza colectiva desde un amplio espectro de convicciones políticas y puntos de vista diversos, donde todo el mundo puede aportar y cada aporte es valiosísimo. Creo que el lugar de los que así pensamos permanece dentro del territorio nacional, aunque no descarto las posibilidades de ayuda inminente desde el exilio. Si me quedo aquí, es porque me siento más necesaria, al menos por el momento. Creo que la apatía política que caracterizaba a muchos de los jóvenes cubanos en el exilio se ha convertido ahora en otra cosa, quizás en una mortificada impaciencia, que no es peor que la anterior impasibilidad.
CN – ¿Te consideras simple ciudadana, opositora, disidente?
Lía V. – Los términos disidente, “gusano”, opositor, han terminado en el imaginario popular cubano casi como “malas palabras”, o por lo menos bastante hirientes, cuando no confusas. Recordemos la ironía en Juan de los Muertos, nuestra primera película zombi, donde los muertos-vivientes-atacantes son precisamente disidentes. Sin duda, y por suerte, son sólo etiquetas y no conceptos que indiquen una posición política definida, en general inexistente para el cubano medio. En los medios internos siempre se ha tratado de anular la palabra oposición para tapar la existencia de cualquier otro partido que no sea el Único, y con tal estrategia naïve han dormido por medio siglo a muchos cubanos. A unos porque no tienen perspicacia alguna y a otros porque se acomodaron mansamente al gusanito que caería en el pico abierto cada tanto, sin contar los que tienen un interés material mucho mayor en juego.
Pero si tuviera que adoptar alguna de estas palabritas, sin el sentido peyorativo que se les suele dar, me llamaría sin titubear disidente, por cuanto disiento profundamente con el régimen totalitario impuesto por los que son ahora octogenarios. Y pienso, y hasta he podido comprobar, que es una de las más cruentas dictaduras que aquí se han padecido. La pintura roja es la que más rápido se destiñe al contacto con la luz, y en este país, aunque muestren todo el tiempo la apariencia de un fenómeno a la inversa, la restauración —o maquillaje— es inminente.
CN – El proceso revolucionario encabezado por Fidel Castro es una de las etapas de mayor peso en la historia de nuestro país. ¿Qué significado ha tenido particularmente para ti?
Lía V. – Mi respuesta aquí se deduce de lo que ya he dicho. Esta revolución me es ajena en tanto no fui ni espectadora ni protagonista, más bien fui su víctima, y a lo largo de los años han ido cayendo frente a mi mirada —ni más ni menos alerta—, una tras otra, las leyendas infantiles plasmadas en los libros de historia, cuya revisión y corrección sería el primer paso a dar en una nueva y moderna sociedad. Para mí no ha sido más que un mito de principio a fin, aunque el fin no acaba de llegar. Lo peor que me ha tocado de esa “revolución”, que para nosotros siempre ha sido todo lo contrario: involución, si acaso, es ver cómo un pueblo se degrada cada vez más en los aborrecibles actos de repudio, incrementados en los últimos meses, sobre todo en Santiago de Cuba, y, por tanto, vivir entre ese pueblo degenerado y contaminado por el sistema.
Por otra parte es bueno, y triste, saber que fuera de Cuba existe una gran fuente de información sobre la verdad de los hechos relacionados con esta etapa en la historia del país —todo lo indecible, lo tachado en el tiempo—, a la cual apenas tiene acceso la mayoría de nosotros. Me gustaría contar en un futuro inmediato con un archivo bien servido y testimonial a disposición de los más jóvenes.
CN – ¿Qué piensas sobre la visita a Cuba del Papa Benedicto XVI? ¿Llenó tus expectativas? ¿Cómo interpretas la manera en que el gobierno ejerció la represión durante esta visita?
Lía V. – Si hubiese tenido mayores expectativas con la visita del Papa, la catalogaría de desalentadora; pero, como particularmente eran pobres mis esperanzas, no me asombró que ni siquiera accediera a entrevistarse con las Damas de Blanco por “falta de tiempo”. Para nadie era un secreto que más que a encontrarse con el pueblo cubano, el Papa venía en plan de Jefe de Estado, y hasta el encuentro fotográfico con Fidel Castro resultó más patético que otra cosa. Todos hablan del entusiasmo trunco y la opacidad de esta visita con respecto a la de Juan Pablo II, en la que sí fueron días “festivos”, mientras que en estos días de marzo La Habana fue más lúgubre y fea que de costumbre.
La parte inadmisible fue la ola represiva a opositores y artistas. Un modus operandi, muy cínicamente nombrado Voto de Silencio, que en cualquier momento puede repetirse y ser entonces el doble de efectivo si no tomamos a tiempo la determinación del PARE y protestamos masivamente: es hora de levantar más la cabeza. Me consta, y me alivia en cierta medida, que en las cárceles y unidades policiales resonó con fuerza el grito de Libertad aunque en la Misa-montaje de la Plaza acordonada no haya habido más que un mero bullicio sordo. El golpe más bajo fue el corte de la telefonía móvil y de internet por parte de ETECSA, empresa telefónica única cuyos servicios con tarifas tan altas deberían demostrar mayor respeto y confianza en el cliente que los paga. ¿Dónde está la justa demanda hacia esa empresa por parte de los ciudadanos? La Seguridad del Estado tomó la ciudad de La Habana y nada pasó, ni ha pasado.
La radicalización de la política de estado hacia el terror sólo estaba empezando, me inclino a creer. La visita del Papa no solo no logró cambiar nada con respecto a la violencia y la represión, sino que ajustó más los lazos de poderío Iglesia-Estado, unión que lejos de brindar alguna protección a nuestros derechos, los aniquila más, como en el caso de los que fueron expulsados por la fuerza policial de la Iglesia de la Caridad, Cardenal mediante.
CN – ¿Puedes describir la Cuba en la que te gustaría vivir?
Lía V. – Creo que todos queremos una Cuba sin miedos, sin prejuicios, donde el futuro no sea para los hijos de nuestros hijos, sino para que todos lo disfrutemos en el tiempo que nos toque vivir.
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