LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Justa Veliz, jubilada del sector de turismo y vecina de Romerillo, comentó la semana pasada en la cola de la óptica, donde esperaba para comprar un par de espejuelos (gafas), que la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998, está dejando ver sus frutos.
Dice que en aquella visita del sumo pontífice a la isla, se escuchó por primera vez la palabra libertad en público y los fieles se arrodillaban y se sentían protegidos por el manto divino, pues no iban a ser más castigados, ni reprimidos por su fe.
Según Justa, al mirar los estantes repletos de discos piratas de los cuentapropistas, vendiendo sin que los arresten o les decomisen la mercancía, y ver en una misma cuadra cinco cafeterías, y que la iglesia católica se haya sentado con el gobierno para mediar por los presos políticos, uno ve que Cuba se está abriendo al mundo.
Pero cuando le llegó su turno en la cola su optimismo cayó al piso. Los espejuelos eran todos por receta, además había sólo una graduación, muy leve para los ojos gastados de Justa. Solicitó al empleado cambiar los cristales de sus espejuelos viejos para una armadura nueva, pero le dijeron que no brindaban ese servicio.
En la cola nadie pudo comprar espejuelos. Luis, vecino del barrio La corbata y custodio de un banco, contó que su jefe lo había amenazado con botarlo del empleo, porque sus espejuelos llevaban veinte años con él y ya no distinguía a las personas cuando cuidaba el banco.
Mary, estudiante de economía, que sí usaba la medida en existencia, no pudo comprarlos porque era indispensable la receta. Le rogó al empleado, porque estaba en el final del curso y los necesitaba para los exámenes. El intransigente empleado le mostró una circular de la Dirección de Salud Pública, inviolable. Aunque sus palabras dejaron resquicios, como que la cosa se podía “arreglar”, pero la estudiante solo tenía dinero para el ómnibus.
La cola se disolvió sin que nadie lograra su objetivo. El custodio del banco le dijo a Justa que al gobierno le conviene que la gente no vea. Según él, las aperturas que están sucediendo no son abrirse al mundo, sino abrirnos nosotros y sacar lo podrido que tenemos: Un millón y medio de trabajadores sobrantes, alto índice de corrupción, una economía inoperante, una educación juvenil que da pena y espejuelos de una sola medida.