LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Salir a divertirse en La Habana constituye un reto. Todo depende de lo que lleves en los bolsillos, si es el “dinero de palo” (moneda nacional), o los “duros” (pesos convertibles).
Podemos empezar por el reggaetón, que llegó hace cerca de una década y ya es un virus devenido endémico. En las plazas dedicadas a esta música, el ambiente se puede resumir así: “descerebrados, sexo sin seso, droga y con los bolsillos llenos”. Sin embargo, esta subclase social está imponiendo una especie de “ideología”, o estilo de vida, según el cual, no hay nada de qué preocuparse que no sea el propio cuerpo.
También existen los llamados clubes y cabarets para diversas preferencias. Allí se reúne el sector de la población que gusta de boleros, espectáculos variados, shows humorísticos. Es un segmento poblacional cuyas edades oscilan en torno a los 50 años, así que prefieren recrearse a tono con épocas pasadas, menos viciadas pero también más aburridas.
Se encuentra en ascenso un sector juvenil que se mueve hacia las fiestas llamadas House. Entre ellas, sobresale “Fiesta Única”, que se ha diferenciado, en sus dos años de existencia, por su gran ductilidad y su capacidad para moverse por toda la ciudad. “Pluss Fusionando Artes”, es otro proyecto que atrae a los adolescentes adinerados. Su oferta es cada vez más apreciada por el sector de la juventud que vive y práctica el consumo como forma de vida. En ninguno de estos espacios se promueve el reggaetón, sino los eventos de música electrónica, mediante la cual se intenta “elevar el nivel”. Es el mismo entorno en que se mueven los Djs y la “farándula electrónica”, como opciones posibles, otros modos de sobrevivir a la monotonía de un país en crisis.
Está igualmente el mundillo de la juventud más “extrema o radical”, los denominados frikis o metaleros. Para ellos, se acondicionó el cine teatro Maxim Rock. Allí tienen lugar conciertos y se realizan diferentes tipos de festivales, como el “Brutal Fest”, que arrancó a partir del 16 de agosto, y terminó el 26. En el Maxim Rock confluyen varias generaciones de cubanos, desde antiguos seguidores de este género hasta los denominados “emos”.
Cuando llega la madrugada en la capital, ya has agotado todas las posibilidades de distracción, y andas sin medio centavo en el bolsillo, el mejor lugar para recalar y hacer estancia hasta el amanecer es la Calle G, sitio donde, al final, siempre confluyen las tribus urbanas: los “dinosaurios frikis”, ubicados en 25 y G; la zona “Emo”, de 23 hacia abajo… En fin, toda una mezcla de “repas”, y otros elementos que emigran desde sus diferentes aburrimientos.
La calle G, en el Vedado, es una cascada de “bichos raros”, pertenecientes a una generación a la que no le importa nada, ni siquiera su destino individual, mucho menos el del país.
Si caminas 23 hacia abajo, te encontrarás con la “zona roja”, en la esquina de la heladería BimBom (23 y calle Infanta), y terminarás llegando al muro del Malecón, donde confluyen el sector de los denominados “grupos LGBT” con los jineteros en su amplio espectro. Esta zona muestra en muchas ocasiones el rostro de la vibración más baja del nivel humano. También el más desesperado e incomprendido.
La noche y buena parte de la madrugada capitalinas muestran que la gran mayoría de los jóvenes con menos de 30 años, no tiene desarrollada la capacidad de preguntar, indagar, reflexionar, investigar… Viven en un vacío existencial. Y esto se ve reflejado, sobre todo, en sus carencias espirituales y en su marcada predilección por lo netamente material.
Intentar sobrevivir al día de hoy. No pensar en el día de mañana. Tal pudiera ser uno de los mandamientos que rigen el alfa y omega de un sector juvenil cada vez mayor en La Habana.
Muchos dirán que esto no ocurre solo en Cuba, que esta situación es un síndrome generalizado, a nivel global. Pero durante décadas, la propaganda de los gobernantes cubanos, con la ayuda de la izquierda internacional , le ha vendido al mundo la imagen paradisiaca de una isla inclusiva que materializa sueños de redención a favor de los más pobres, una isla poblada por los “hombres nuevos” de que hablara el Che, jóvenes revolucionarios enfrascados en la construcción del comunismo. Sin embargo, desde hace ya mucho tiempo, esa entelequia está en franco estado de coma, a la espera de la emergente mano generacional que le practique la eutanasia.