LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – A pesar de la aguda crisis económica por la que atraviesa Cuba, los robos con fuerzas a la propiedad del Estado disminuyeron considerablemente en los últimos tiempos.
En el nuevo código penal, este delito comenzó a castigarse severamente con condenas de hasta treinta años. Y el Tribunal Supremo concedió pocas revisiones de causas a los individuos que cometieron acciones violentas contra los bienes del Estado.
En los años noventa, se desató una oleada de robos con fuerza en las bodegas estatales del comercio minorista, pero fue sofocada por operativos policiales contra el mercado negro, donde se vendían los productos robados. Acaparamiento, venta ilícita de artículos de procedencia dudosa, cohecho, eran imputaciones suficientes para que los detenidos delataran a los ladrones.
La red de mercados estatales vende los productos de la canasta básica asignados para cada ciudadano por la libreta de abastecimiento: arroz, frijoles, jabones, aceite, cigarros, productos de venta rápida, que aportaban buenas ganancias en el mercado negro.
Luego de un robo en una bodega era fácil llegar a los ladrones siguiendo la ruta del mercado negro. Los mismos ciudadanos que compraban a escondidas los alimentos robados, servían de confidentes a la policía.
Un robo que se descubrió muy rápido ocurrió en Guantánamo, en la bodega situada en calle 2 Oeste y 3 Sur, perpetrado a dos por Chunguí y Minino, dos hermanos que viven en el reparto San Justo. Ni siquiera alcanzaron a saber si los frijoles se ablandaban. La olla aún estaba cogiendo presión cuando llegó la policía, que ocupó en la casa la mitad de la mercancía sustraída.
Muchas de las bodegas de la red minorista son las mismas confiscadas al triunfo de la revolución a los particulares. Algunas eran parte de las viviendas de los dueños, adaptada para el negocio. Algunos de sus antiguos propietarios continuaron trabajando en ellas como administradores, por un sueldo mensual.
Luis Guisazo, ex dueño de bodega y administrador retirado confesó que la falta de atención por parte del Estado a estas decenas de miles de viejas bodegas, ocasionó que la mayoría esté en estado deplorable. Muchas son de madera, ya carcomida, y techo de tejas. Los bodegueros refuerzan puertas y ventanas por dentro con cabillas y troncos de madera.
EN muchos casos, entrar en ellas es muy fácil para los ladrones, sólo hay que cortar una cadena con una cizalla o empujar una ventana endeble. Sin embargo, hoy existen muy pocos reportes de robos en bodegas.
Tal vez los jóvenes piensen que no vale la pena pasar tantos años en la cárcel por robar un poco de frijoles. Hay otros modos menos peligrosos de buscar dinero fácil.