LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -El emparedado “San Jacobo”, preparado en la cafetería particular Don Jacobo, a base de jamón empanado, queso y verduras frescas, ha ganado fama en el barrio habanero Parcelación Moderna, en el municipio Arroyo Naranjo. Su precio es asequible (unos 55 centavos de dólar), y el cliente tiene la opción de llevárselo a casa, con papas o boniato frito, todo acompañado de un excelente servicio y la más estricta higiene.
Igual de cuidadosos con el servicio y la higiene son los propietarios de la cafetería particular “La Grotte”, a unos cien metros de la Terminal de Ómnibus Interprovinciales de La Habana. En ambos casos –no por prever la visita sorpresa de algún inspector gubernamental-, priman la buena atención, el prestigio y la limpieza.
Mientras los servicios gastronómicos estatales languidecen, debido al desabastecimiento, el maltrato, la mala calidad e higiene, y los precios prohibitivos, la competencia en el sector privado tiene exponentes como el Don Jacobo, La Grotte, El Trébol, Los Pepes, La Tropical y otras cafeterías capitalinas con excelentes servicios. Esto es imperdonable para la gastronomía estatal.
Las autoridades de Salud, en Cuba, aplicarán a partir de septiembre próximo un nuevo código de higiene para la elaboración y venta de alimentos. Sin embargo, la medida, que ahora se dirige al sector privado, tiene como legendario incumplidor al mismo Estado que la dicta.
La venta de alimentos en la vía pública, tanto en el servicio estatal como particular, deberá realizarse lejos de basurales o salideros de agua albañales. Los elaboradores de alimentos y dependientes tendrán obligatoriamente que trabajar con agua las 24 horas, guantes y tenazas para manipular los productos, una vestimenta adecuada y, en el caso de las mujeres, deben cubrirse el pelo con gorros o pañuelos. Es obligatorio también que todo vendedor ambulante empaque sus productos comestibles o agrícolas.
Según el Director Nacional de Normalización, René A. Fernández, entrevistado, el pasado 4 de agosto, por el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, las personas que venden alimentos “no deben estar enfermas, deben tener su carnet de salud actualizado y proteger sus pies con un calzado adecuado…”
Como es de esperar, quienes incumplan tales normas de higiene, estarán sujetos a multas y al retiro temporal o definitivo de la licencia. En el caso de los expendios de alimentos estatales, las administraciones deberán responder por las violaciones sanitarias, es decir, que nada pasará, como siempre.
La historia se repite y es el sector cuentapropista el que está en el centro de la diana. Las autoridades de Salud, en Cuba, saben que la disfuncionalidad del sistema es lo que genera insalubridad, contaminación y mala manipulación de los alimentos, así como maltratos a los clientes.
¿Se implementará con rigor esta medida en la gastronomía estatal? ¿Retornarán después de veinte años los envases, bolsas de papel, u otras coberturas en la venta de productos normados de la canasta básica? ¿Tendrán los cuentapropistas que asumir la reparación de salideros o la recogida de basura en los perímetros de sus negocios?
El sector privado supera los 300 mil 900 afiliados, y más de 50% de ellos trabaja en labores de producción y ventas de alimentos y bebidas. Entonces, ¿se trata de asfixiar al cuentapropista con normas y regulaciones que la gran mayoría de las veces no pueden cumplirse por responsabilidad del Estado?
¿Garantizará el Estado la venta de los guantes, el “calzado adecuado”, u otros utensilios en la red minorista? ¿Acaso ofrece el Estado un servicio estable y de calidad en el drenaje y suministro de agua potable a la población?
La cafetería Don Jacobo, recibe servicio de agua apenas seis horas cada cuatro días. El resto del tiempo trabaja con agua almacenada en tanques. A menos de veinte metros de este lugar, existe un basural que la empresa de comunales suele recoger cada siete o quince días. Así y todo, Don Jacobo apuesta por la excelencia en el servicio, algo que no hacen precisamente esos que dictan las normas en Cuba.