LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -José Ángel Rodríguez, natural de Guantánamo y vecino del reparto marginal Romerillo, del municipio Playa, dice sentirse acosado, hostigado y perseguido por la Policía Nacional Revolucionaria.
José Ángel es sacerdote de la religión Ifá, su signo es Iyobbe, está casado con Milagros, y es padre de unos gemelos, Yudel y Mariam. Trabaja desde hace diez años como custodio en un almacén. La historia del acoso que éste guantanamero quiere sacar a la luz, viene del mismo día en que puso los pies en La Habana y se asentó en ese barrio marginal, en una casa levantada con esfuerzo propio junto a la cerca que bordea el antiguo aeropuerto del cuartel Columbia, hoy Ciudad Libertad.
Cuenta el babalao que ha debido recurrir a la prensa independiente y a los activistas pro Derechos Humanos, como última alternativa para defenderse del ataque que ha sido objeto por parte de la policía, que da curso a las falsas delaciones que constantemente realizan los informantes del barrio contra su persona. Le han registrado su vivienda varias veces y en dos ocasiones lo han deportado para Guantánamo, sin pruebas de delito, ni haber violado la ley, o dañado a alguna persona, o cosa.
Reconoce que su salario de custodio no le alcanza para mantener a su familia y practicar su religión, y que -como todo cubano de este tiempo- tiene que “inventar” para buscar el extra que le ayude a sobrevivir, pero jamás ha robado, ni ha estafado, al contrario, su misión como sacerdote de Ifá es hacer el bien, aconsejar, curar y ayudar a los necesitados
Narra que el pasado sábado 16 de junio, en horas de la madrugada, un aparatoso operativo policial compuesto por un camión lleno de policías y un auto patrullero, copó el zaguán donde vive. Golpes furibundos en la puerta y las voces de los policías despertaron al vecindario. El babalao no tenía nada que esconder y les abrió.
Dice que tantos policías no cabían en su vivienda y quedaron eclipsados frente a los altares de Orumila, Shangó, Oggún Guerrero y los Égguns. No hallaron nada fuera de la ley, pero hurgaron en el patio y decomisaron veinte pomos de cervezas, que lo vecinos iban a utilizar el domingo en la tradicional actividad de Día de los padres.
A pesar que los vecinos atestiguaron in situ que aquella cerveza había sido comprada a granel, en la pipa, producto de una colecta para celebrar el Día de los padres, el babalao fue acusado de venta ilícita, y conducido a la estación de Siboney, donde lo esperaba, como siempre, el mayor Corcho, quien desde hace tiempo trabajaba el caso del babalao y está empeñado, según sus propias palabras, en “hacerlo talco”.
Estuvo preso por espacio de ocho horas en un calabozo. Finalmente le impusieron mil pesos de multa, por venta ilícita de cerveza, a pesar de no haber estado vendiéndola, y contar con el testimonio favorable de los vecinos del barrio. El oficial de guardia de la estación le confesó a José Ángel antes de soltarlo, que el mayor Corcho odiaba a todos los babalaos, y también a muchos de los policías subordinados, y en la unidad policial ya estaban cansados de él. El oficial de guardia le dijo en voz baja, que necesitaba una consulta con Orumila, para ver si podían resolver ése problema y sacar al mayor de circulación.
El babalao le contestó que Ifá era una religión para ayudar y sanar, no podía utilizarla con esos fines. Pero existía una alternativa: pedir ayuda a los activistas pro Derechos Humanos y a la Prensa Independiente, donde iba a denunciar las arbitrariedades y el abuso de poder del mayor Corcho, que de seguro no íba a continuar flotando eternamente, sobre estas aguas negras que constituyen la realidad actual.