LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Los últimos acontecimientos ocurridos en la Orden Masónica Femenina “Hijas de la Acacia”, han sacado a la luz un tema que ya es recurrente en las instituciones Fraternales Masónicas de la Isla: el autoritarismo.
La Masonería cubana reúne a tres instituciones: la Gran Logia de Cuba, el Supremo Consejo del grado 33 y la Orden Hijas de la Acacia. Todas están íntimamente relacionadas entre sí. En ellas, el gobierno superior radica en un parlamento unicameral, presidido por el jefe del Poder Ejecutivo, principio éste en el cual radica la esencia del autoritarismo presente en dichas organizaciones.
En la etapa pre-revolucionaria, los distintos Parlamentos Masónicos se caracterizaban por los altos vuelos que en ellos alcanzaban los debates entre miembros. Esta característica se fue perdiendo con el transcurso de las décadas de gobierno socialista. La actual situación responde a dos causas: el sistema educativo estatal, y la pérdida de valores de quienes dirigen estas organizaciones.
Durante décadas, el sistema educacional, establecido por el régimen cubano, ha estado destinado a subordinar los intereses individuales a los sociales. Se entienden por sociales los intereses de la patria, la revolución y el socialismo, es decir, los intereses de quienes dirigen el país. De esta forma, los individuos dejan de pensar y actuar como tales, asumiendo la condición de multitud, o de rebaño que requiere ser guiado por un “pastor” o un guía superior, a quien simplemente se obedece.
Las personas que dirigen las instituciones masónicas del país han asumido, como premisa, la necesidad de mantener el autoritarismo para preservar la unidad y la estabilidad de las asociaciones. Así se echan a un lado los principios democráticos, éticos y morales que caracterizaban a la Institución Masónica. Estas personas han asumido el rol de “cuidadores” de la estabilidad y la continuidad del status existente: su mandato es la Ley.
Por otra parte, los actuales afiliados a las asociaciones fraternales masónicas no están acostumbrados al debate. El sistema socialista los ha entrenado para obedecer, razón por la cual estas personas rechazan el debate y, por consiguiente, a quienes se atreven a cuestionar alguna medida o disposición de los que ejercen el Poder Ejecutivo.
Un ejemplo emblemático de esta situación ocurrió en marzo de 2008, durante la Sesión Anual de la Gran Logia de Cuba (Parlamento), en la cual, el legislador Ernesto Pina Alonso fue expulsado de la reunión. Pina fue, además, sometido a un acto de repudio, conducido por el Gran Maestro o Presidente de la Asamblea, Osmundo Cabrera Pérez. Su delito fue pedir respeto para la Ley Masónica.
Cuatro años más tarde, en la reunión efectuada el pasado mes de marzo por el Gran Consejo de la Orden Hijas de la Acacia (Parlamento), ocurrió algo parecido. La parlamentaria Lianet Lorenzo Pérez hizo uso de su derecho a preguntar sobre los procedimientos legales seguidos por la Presidenta de la Asociación en el desempeño de su cargo. La reacción de ésta ha sido encausar a Lianet ante los Tribunales de la Asociación, por “falta de respeto” y por “tomarse atribuciones indebidas”. Evidentemente, se pretende expulsar a Lorenzo Pérez de la Orden.
Las instituciones fraternales en Cuba son ya parte del sistema. Por ello, sus directores ven como un “mal ejemplo” a quienes exigen el fin del autoritarismo y proclaman la supremacía de la Ley por sobre los intereses personales de quienes dirigen.