LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org –Ibeyi Añá, escrita por el poeta y folklorista Rogelio Martínez Furé, con música incidental de Héctor Angulo y cantos litúrgicos afrocubanos, fue la primera obra para niños que trató el tema de los orishas. Adicionalmente, el autor integró poemas anónimos africanos. Fue estrenada en 1968 por el Teatro Nacional de Guiñol. Desde entonces, no ha sido repuesta ni forma parte del repertorio de ningún grupo teatral cubano.
A partir de 1971, junto a los hermanos Carucha y Pepe Camejo y Pepe Carriles, Martínez Furé fue víctima del capítulo del Decenio Gris que llaman El Quesadato, por el apellido del draconiano teniente que casi consiguió acabar con el teatro cubano.
A diferencia de Luis Pavón, el del Pavonato, comisario encargado de la represión en el Consejo Nacional de Cultura, que al menos tenía pretensiones literarias que desahogaba en mediocres poemas y artículos en la revista Verde Olivo –con el seudónimo de LeopoldoÁvila y la ayudita del profesor Portuondo, que a veces le llevaba la mano-, Quesada era un energúmeno uniformado en el cumplimiento a rajatabla de la voluntad del Máximo Líder –o lo que él interpretaba como tal-; no disimulaba sus prejuicios raciales y anti-religiosos.
Para el comisario Quesada, todo lo que tuviese que ver con los credos de origen africano era brujería, santería, “atraso, cosas de negros”, contra las que había que arremeter enérgica y revolucionariamente.
Entre los muñecos y títeres del Guiñol que el teniente Quesada ordenó quemar, al estilo nazi, los primeros fueron los que representaban a orishas y otros personajes de los patakines y que se utilizaban en Ibeyi Añá y otras obras como Chicherekú y La loma de Mabiala, de Silvia Barros, y Shangó de Imá, de Pepe Carril.
Así, fue brutalmente interrumpido por la saña de un represor pirómano, inculto y prejuicioso, el valioso trabajo que desarrollaba Martínez Furé desde hacía casi una década en el Guiñol Nacional, donde asesoraba a los Camejo y a Pepe Carril en las obras de tema afrocubano, componía música incidental para ellas, cantaba acompañado por los tambores batá de Jesús Pérez, y daba clases de canto y de baile a los artistas.
No en vano, Martínez Furé no vacila en calificar el Quesadato de “período horrendo”.
Hoy, que tanto se habla de acabar con el racismo y tan poco se hace al respecto, por muchas comisiones y cofradías que existan, es bueno destacar que no solo hubo homofobia y represión ideológica en ese período que llaman el Decenio Gris (se conoció originalmente como el Quinquenio Gris) y que en realidad duró más de una década porque se inició al menos cuatro años antes del Pavonato, el Quesadato y el discurso de Fidel Castro en el Congreso de Educación y Cultura que originó todas aquellas barbaridades: también hay que recordar que tuvo un fuerte componente racista y anti-negro. Si hay dudas, que le pregunten a Rogelio Martínez Furé. Si es honesto –y creo que lo es-, él puede decirles.