LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Todos los sectores activos y conscientes de la sociedad cubana comparten una legítima inquietud por los graves peligros que entraña la violencia que en todas sus formas y niveles se enseñorea hoy entre nosotros. El hecho de que en el país no exista crónica roja o alguna vía de información fluida y transparente, no logra esconder la gravedad de un problema que repercute en la calidad de las relaciones humanas y de manera muy especial en la mentalidad de las nuevas generaciones.
La violencia se extiende y exacerba a partir de fundamentos estructurales, sociológicos y culturales estrechamente relacionados, como la hegemonía del poder político, el machismo, el racismo, la indisciplina social en todas sus manifestaciones, y la falta de cultura jurídica.
En la actualidad, la violencia deja su lacerante marca en las relaciones intrafamiliares, en las acciones de las autoridades contra los ciudadanos y sus derechos e intereses, amén de invadir los espacios educacionales y culturales y de sembrar nuestras calles de inseguridad.
Tan grave es el asunto que las autoridades cubanas, sin reconocer la profundidad del problema y sin brindar información o cifras ilustrativas, han iniciado una campaña mediática sazonada con algún que otro evento académico o cruzada cultural, para explorar vías de prevención.
Como sucede con algunas epidemias tropicales o con el consumo de drogas -que según el general sin batallas que mal oficia como presidente, no existen en Cuba-, la violencia es tema de mensajes y spots publicitarios destinados a educar y prevenir, a pesar de que no hay información sobre las distintas manifestaciones de este flagelo, y nunca un agente del orden público es procesado por la cotidiana brutalidad policial que padecemos.
Aunque resulte increíble, todos los cubanos salimos cada día a las calles bajo el real peligro de ser golpeados por un policía e inmediatamente acusados del delito de atentado, para que la violencia institucional quede impune.
Hace pocos días, revisaba informaciones y análisis de diversos países relacionados con el tema. Después de consultar o copiar algunos materiales que por lo general hacían referencias a las realidades concretas de varias latitudes, nos llamó la atención un titular , pero cuando consultamos el portal oficialista Cubadebate, la información trataba de un caso de violencia doméstica en la ciudad norteamericana de Chicago.
Como tantas veces se ha dicho, resulta casi imposible enfrentar un problema si no se reconoce su existencia, si no se aborda públicamente de manera honesta y transparente. Por tal razón, varias organizaciones de la sociedad civil se han propuesto de manera conjunta promover debates y acciones destinadas a combatir y prevenir la espiral de violencia que tanto nos preocupa.
En ese espíritu, y en el marco del proyecto Nuevo País –iniciativa civilista que promueve un rediseño de nuestras relaciones sociopolíticas a partir del protagonismo ciudadano−, varias instituciones independientes han iniciado la campaña Violencia cero, destinada a crear conciencia sobre los peligros y consecuencias de la violencia y a impulsar iniciativas destinadas a cambiar la mentalidad de los individuos y las instituciones, de cara a la necesaria reconstrucción de la sociedad cubana.
Los pasados 1 y 2 de marzo, comenzó la mencionada campaña a lo largo de todo el país. En todas las provincias, varios miles de cubanos, miembros de organizaciones opositoras y ciudadanos comunes, se reunieron en unas setecientas viviendas para desarrollar los primeros talleres de debate, análisis y propuestas para combatir desde la civilidad este flagelo.
En la capital, la Casa Templo del Arte Cubano, ubicada en el populoso reparto Alamar, donde los activos promotores culturales Alina Guzmán y Nilo Julián González han promovido diversos proyectos culturales, fue la sede de las actividades centrales de inicio de campaña.
Durante dos jornadas, Nilo y Alina acogieron a varios líderes y activistas de las organizaciones promotoras, que abordaron en este primer debate temas como los condicionamientos históricos, sociológicos y culturales de la espiral de violencia que sufrimos, la contradicción entre el supuesto interés del gobierno en combatirla y sus proyecciones y acciones invariablemente violentas.
Los participantes en el debate, que transcurrió bajo permanente vigilancia policial, coincidieron en que muy poco podrán lograr las autoridades cubanas en su cruzada contra este mal, mientras, desde la más temprana edad, los cubanos estemos sometidos en nuestras escuelas a todo género de amenazas de represión institucional y coacción ideológica, o mientras los ciudadanos se encuentren indefensos a merced de ser abusados o desalojados por autoridades que gozan de total impunidad, y mientras los pacíficos luchadores por los derechos humanos sean pública y violentamente represaliados.
Precisamente, en esta jornada inaugural de la campaña, varios activistas fueron víctimas de acoso, detenciones y agresiones, por parte de las fuerzas represivas del régimen.
Reconocidos hacedores de la música alternativa urbana realizaron actuaciones como respaldo a este inicio de campaña. En un ambiente de confraternidad y compromiso por una convivencia civilizada, pacífica y tolerante, los raperos Silvito El Libre, Raudel “Eskuadrón Patriota”, el proyecto cultural Estudiantes sin Semilla, cultivadores del reggae, y David, integrante del proyecto cultural Omni Zona Franca, brindaron una muestra de su trabajo musical a muchos habaneros que, a pesar de las inclemencias del tiempo, abarrotaron el local.
La información trasmitida desde los más diversos rincones del país reafirma la determinación de activistas y participantes de llevar adelante la campaña sin reparar en dificultades materiales ni en obstáculos impuestos por las fuerzas represivas.
En las actuales condiciones de Cuba, el reto de la lucha contra la violencia adquiere matices de alta complejidad, pero las jornadas del primer fin de semana de marzo han demostrado cómo cada vez son más los cubanos que están decididos a construir una nueva nación, asentada en la tolerancia y el respeto a la integridad y dignidad de todos los seres humanos, sin distinción.