LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -En el encuentro mensual que desarrolla la plataforma cívica Cofradía de la Negritud (CONEG), en su habitual espacio de la casa comunitaria La Ceiba, en la barriada de Puentes Grandes, en el municipio habanero de Marianao, se efectuó, el 23 de septiembre, un inusual encuentro con el economista Esteban Morales, quien fue a ofrecer una breve charla sobre la “Politización del tema racial en Cuba”.
Ante una audiencia de no menos de 20 personas, Morales dijo: “El racismo es un conflicto político en el cual negros y mestizos no tienen un poder real, hay que reclamar y luchar para que seamos visibles, hay que atacar la visibilidad estadística de la opción del color en el censo de población y vivienda, el color aún no ha entrado en la escuela, hay que colorear las variables socioeconómicas. Los negros siempre hemos estado cerca del delito, la pobreza y la ignorancia”
Por su parte, Tomas Fernández Robaina, autor del célebre texto “El Negro en Cuba 1902-1958. Apuntes para la lucha contra la discriminación”, y miembro de la CONEG, afirmó: “En esta lucha hay que sensibilizar al poder, llamarle la atención a los poderes del poder revolucionario, pues hay un problema político serio y siempre he dicho en todos los escenarios que Cuba es un país racista y cada día lo demuestro más, el racismo está en el poder, hay que romper las brechas”
A su vez, el escritor y cófrade Serafín (Tato) Quiñones, manifestó: “El caballo de batalla de Fidel y más recientemente de Raúl ha sido el tema racial, en el Partido y en la Asamblea Nacional hay una masa representativa de negros y mestizos, pero ¿hasta dónde tienen poder real, hasta dónde pueden exigir, hasta dónde pueden hablar? El Partido y el Comité Central están informados de los fenómenos producidos, las tensiones raciales, pero aún hay pasividad y mucha indiferencia”
Estos militantes subordinados al discurso del poder, aterrizaron al darse cuenta de que el racismo en el contexto cubano es un conflicto político. La nuestra es una sociedad cómodamente acentuada sobre los prejuicios. La imagen de la Cuba mulata se utiliza desde el poder como dispositivo para neutralizar la militancia racial, y es un mecanismo de doble filo para silenciar las tensiones provocadas por la discriminación y el racismo.
Esteban Morales pasa por alto que este fenómeno está marcado por las relaciones de poder, que los negros y mestizos, al igual que una cifra considerable de blancos, se encuentran anclados en un escenario de críticas desigualdades, para lo cual no ha habido respuestas, ni voluntad política, por parte de las autoridades, y menos aun intento alguno de empoderamiento y acción afirmativa en desarrollo, como él mismo propone.
La lucha frontal contra el racismo es una alarma que ha estado desactivada permanentemente, por voluntad del poder, el cual impuso hasta hace poco una política oficial de silencio sobre el tema. Este es uno de los elementos que Morales evadió en su charla.
También pasó por alto que hasta el momento no existe un dialogo horizontal, por parte del gobierno, con el Atlántico Negro en su diversidad, con sus mecanismos de empoderamiento en la región, con muchas de las agendas en sintonía con la histórica Conferencia de Durban, con los diferentes dispositivos de la UNESCO, el Parlamento Negro de las Américas, Ciudades del Mundo contra el Racismo.
Cuba está ausente de todos estos mecanismos, por decisión política. Aún continúa el gobierno pasando por alto muchas de las recomendaciones hechas, el año pasado, por el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, del grupo de trabajo de Naciones Unidas.
Si hace unos días se articuló desde La Habana una Red de Afrodescendientes de las Américas, “anticapitalista”, como suele llamarla la periodista Gisela Arandia, es por simple clientelismo y oportunismo político.
La comunidad negra en Cuba esta descapitalizada, y estoy de acuerdo con que necesita de acciones afirmativas; no que la protejan, sino que le permitan movilizarse en un marco adecuado de autonomía y empoderamiento. Basta con mirar a nuestro alrededor para comprender que la población negra-mulata no está en la primera fila de lo más representativo de la economía emergente.
Si pasamos revista a las figuras económicas autorizadas desde el trabajo por cuenta propia, negros y mestizos están representados como carretilleros, cuidadores de baños públicos, vendedores de útiles de limpieza, cartománticas, figuras coloniales en el entorno de la Oficina del Historiador de la Ciudad, vendedores de maní, limpiadores y remachadores de zapatos, servicios domésticos, recolectores de materia prima y otras variantes.
Pero muy rara vez encuentras a un negro propietario de un paladar-restaurant, o rentador de habitaciones, o incluso como artesano, algo muy común en el siglo XIX.
En cuanto a la economía emergente oficial, están representados en la esfera de servicios internos. Nunca como directivos. Cuando más, ocupados en las tareas de choque como agitadores políticos, desde el núcleo del partido o el sindicato o el servicio de protección y seguridad, y es notable cómo brillan por su ausencia en las empresas de absoluto capital nacional.
El poder les recuerda constantemente a los negros que “solamente gracias a la revolución, pudieron ser personas”. Algo que muchos hemos identificado como un gesto subversivo de racismo que daña nuestra autoestima, no solo emocional, también psicológica.
Según Amelia Rodríguez, una profesional negra en el campo de la medicina, presente en el encuentro: “El dolor ajeno no es dolor. Los dirigentes siempre han estado divorciados de la realidad de los negros que estamos abajo, están de espaldas a una realidad que duele a muchos. Muchas personas blancas también están sensibilizadas con el tema, pues en el futuro inmediato las tensiones van a ser irreparables. Muchos de los negros/as que han estado y están en el poder, además de no disponer de un poder real, no tienen conciencia racial”
Afirmo también Amelia Rodríguez que no recuerda haber visto a dirigentes como los comandantes Juan Almeida Bosque o Víctor Dreke, o a los defenestrados Carlos Aldana y Juan Carlos Robinson, ni a los subalternos más recientes, Pedro Ros Leal, Salvador Valdés Mesa y Lázara López Acea, actual primera secretaria del partido provincial en la Habana, pronunciarse al respecto.
Otros, recientemente promovidos, como Zuleyca Romay, la actual presidente del Instituto Cubano del Libro, y Premio Casa de las América 2012, no sólo no se pronuncia contra estos problemas, sino que, para colmo, ha dicho: “Uno de los verdaderos logros de la revolución es haber derrumbado el edificio del racismo, solo queda remover los escombros”
El poder continúa aplazando y confiscando el futuro de miles de personas. Se alarga la posibilidad de que entre cubanos podamos dialogar públicamente sobre una de las urgencias que van a definir el futuro inmediato de muchos cubanos.
Las narrativas de la colonialidad del poder no han dejado de estimular ambientes de apoyo, relaciones horizontales de autoridad y, a la vez, mediante sus órganos de control y represión, intentan desmovilizar políticamente a la población negro-mulata, en pleno ejercicio de empoderamiento ciudadano. Ese es uno de los tantos elementos que Esteban Morales ha silenciado.
A la sociedad civil cubana le urge construir respuestas reales y eficientes, interrogar cada uno de los índices del racismo y la discriminación, multiplicar los espacios de aprendizaje donde todos seamos protagonistas, donde negros y blancos, tengamos una real cuota de poder. Se hace necesario y urgente desmontar el ensamblaje de dos bisagras (silencio y desigualdades) que desde hace mucho tiempo nos incomoda.