LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – No le pudo haber hecho ninguna gracia a Fidel Castro el merecido ajusticiamiento de Osama Bin Laden. Sobre todo, el modo en que ocurrió.
Teniendo el tejado de vidrio, y asumiendo que sea cierto que, como dice el “máximo líder”, él mismo fue objeto de más de 600 atentados durante las tres primeras décadas de su gobierno, pudo haberse asustado con la fulminante captura y muerte del famoso terrorista. Quizás hasta haya pensado que a él podría ocurrirle lo mismo.
Sobre todo si se tiene en cuenta que él ha sido el “primer yihadista”, un jurado enemigo de Norteamérica desde que Bin Laden era un bebé. ¿No comenzó acaso su interminable Yihad contra Estados Unidos el 5 de junio de 1958, anunciándola en una carta que envió a Celia Sánchez?
Razones tuvo de sobra cualquiera de los muchos presidentes estadounidenses que han ocupado la Casa Blanca desde 1959, para enviar un comando de Navy Seals a capturar al comunista cubano, y muy probablemente lo hubieran hecho con el mismo éxito con que capturaron y ajusticiaron a Bin Laden . Es por eso que me inclino a pensar que en realidad la CIA jamás se propuso seriamente eliminar a Castro.
Los últimos veinte años de su dictadura bastarían para demostrarlo. Desde hace años Fidel Castro y su esposa tienen residencia fija en una ex aristocrática zona del oeste habanero, conocida por todos como Punto O, situada a pocos kilómetros de la capital. Por muy fortificada que esté su vivienda, no hubiera sido imposible para los americanos realizar un operativo similar al realizado contra Bin Laden, o un ataque como los realizados contra Gadaffi.
Acaso la muerte de Bin Laden le recordó a Castro que nadie está fuera del alcance de Estados Unidos. Pero segura estoy que a estas alturas del juego, el viejo y enfermo dictador puede dormir a sus anchas, sin miedo, porque los americanos no quieren matarlo. La muerte le llegará sola.