SANTIAGO DE CUBA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Al llegar a Ciudamar, al sur de Santiago de Cuba, tomando la ruta cinco de autobuses o alguno de los camiones que hacen el recorrido, deslumbra el paisaje de acantilados llenos de vegetación y la tranquilidad de las aguas de la bahía. Es importante este punto si se quiere llegar a Socapa, pequeña comunidad ubicada al oeste de la bahía, o a Cayo Granma, un pequeño islote habitado, cerca del canal de entrada.
Hacia el cayo sale a cada hora, durante el día, un pequeño trasbordador que lleva a los paisanos y visitantes a uno de los lugares más pintorescos de la periferia marítima de la gran urbe del Caribe cubano.
Con un pequeño atracadero levantado a barlovento, sobrecoge al viajero la belleza de las casas de madera bien conservadas a pesar del tiempo y una estrecha calle enchapada con lajas que hacen agradable el camino.
El viaducto circunda buena parte del islote, creando una vía de comunicación entre los vecinos, los servicios y el restaurante Marlín, propiedad del Estado e importante atracción turística para los que -pagando en dólares-, desean comer arrullados por la brisa y el sonido de las olas, excelentes platos marinos.
Muchos de los visitantes tienen marcado interés en visitar la iglesia de San Rafael, un pequeño edificio blanco, en la cima del cayo a cincuenta metros sobre el nivel del mar y visible desde la inmensa bahía. El edificio, construido en la década del cuarenta, se conserva a duras penas. Allí se reúnen los domingos treinta parroquianos y otros treinta feligreses de la ciudad, a rendir ofrenda al médico milagroso San Rafael. Se comenta que sólo hay dos iglesias en el mundo dedicadas a él. La otra está en el Vaticano.
Si en la zona sur está el atracadero y lo pintoresco de la isla, la zona norte, a sotavento, está marcada por la pobreza, con casas levantadas con zinc y recortes de materiales.
Allí estaba Yaima, en su casa de piso de tierra, su hijo Jiancarlo, y una hermosa barriga de ocho meses. La embarazada es mujer de un policía y la acompañaba esa mañana un vecino que tiene un conuco bajando la ladera. Norma, la tía, nacida y criada en el lugar, vive en la casa contigua, separada de la otra por una plancha de zinc. Habla de las regulaciones para construir en la isla, y cómo con el crecimiento de la familia tuvieron que ampliar el espacio a como diera lugar.
Barlovento y sotavento no sólo marcan las diferencias de la influencia del viento en el cayo.