LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – A las 4 de la tarde del jueves 10 de marzo, en la parada de G y 25, donde rinde viaje el ómnibus P-15 Vedado-Guanabacoa, la inspectora que supervisaba la fila de pasajeros agredió a una mujer en estado de gestación.
El hecho se produjo después que la joven abordó el ómnibus y ocupó el asiento destinado a las embarazadas. Enseguida subieron los que se encontraban en la fila de los que viajarían sentados, entre los que estaba el esposo de la mujer embarazada. El hombre ocupó su asiento y enseguida llamó a su pareja para que se acomodara junto a él. La inspectora reaccionó llamándole la atención, y le ordenó a la mujer que regresara al puesto, pero ella se negó. La inspectora insistió, se acaloró la discusión, perdió los estribos, le lanzó un recto de derecha a la gestante, y le cruzó la cara con dos bofetones. El esposo respondió con un puñetazo, el chofer cerró las puertas, y la trifulca se convirtió en molotera y el clásico “dale al que no te dio”.
Entretanto, la gente que estaba en la cola comenzó a escandalizar y golpear el vehículo. Cuando la molotera estaba en su punto, llegó la policía, y luego de restablecerse el orden, se llevaron detenida a la inspectora, que inició el conato, a la unidad de la policía.
El pasado mes también se armó otra reyerta dentro de un ómnibus de la ruta P-1 San Miguel del Padrón-Playa, mientras circulaba por la Calzada de Infanta y Concordia. En cuestión de minutos se presentaron en el lugar alrededor 17 carros patrulleros, que ocuparon la vía por ambas sendas y aparatosamente paralizaron el tráfico para restablecer el orden dentro de la guagua y detener a los transgresores.
Jessica Martínez, una joven bailarina que trabaja en centros nocturnos de la capital, dijo a este reportero: “Las guaguas son una fuente de problemas, siempre están atiborradas, tardan en pasar, y cuando logras montarte en alguna, tienes que embutirte en el pasillo atestado, ocasión que aprovechan los descarados para repellarte. Por eso llevo siempre un alfiler en la mano para pinchar a los pervertidos”.
Por su parte, Orlando Betancourt, de 70 años, apuntó: “Para montarse en una guagua hay que pensarlo dos veces, sólo lo hago por necesidad, la gente está cargada de problemas, susceptible hasta la cachimba, y por cualquier bobería se arma una bronca”.