LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Aunque los organizadores de La Feria del Libro de La Habana, realizada del 9 al 19 de febrero en la antigua fortaleza de La Cabaña, enviaron los textos hacia las librerías de provincias donde continúan las ventas y presentaciones, el evento ya se inscribe en el pasado pues las editoriales capitalinas finalizaron sus rituales de promoción y los expositores e invitados extranjeros regresaron a casa, entre estos el teólogo brasileño Frei Betto, autor de El amor fecunda el universo, quien tras disertar sobre la miseria y la responsabilidad de los Estados Unidos ante los problemas del mundo, tomó el Mercedes Benz y se marchó a su suite del lujoso Hotel Meliá Habana, ubicado en el exclusivo barrio de Miramar.
Betto, Ramonet y otros intelectuales de Europa y América que acudieron a la Feria ejemplifican el síndrome de la ideologización como elemento de legitimidad, signado por obras que ratifican el discurso de la izquierda, aferrada al poder en esta isla desde hace medio siglo. Libros y folletos como la Segunda Declaración de La Habana, Haciendo una revolución dentro de la revolución, de las difuntas Vilma Espín, Asela de los Santos y Yolanda Ferrer; libelos de o sobre Fidel Castro, Ernesto Guevara y Hugo Chávez, y hasta reediciones de Trotsky.
Tras recorrer los stands de La Feria del Libro, dedicada a los ensayistas Zoila Lapique, Ambrosio Fornet y a las culturas del Caribe, vale anotar que la Feria parece un carnaval en torno a los muros del fortín colonial reciclado en cárcel y en sede de eventos culturales, donde el precio de los libros favorece la avidez de millares de asistentes que llevan a sus niños a comer y mirar la ciudad desde la colina, abanicados por las brisas del mar, las callejuelas medievales y las ofertas de los kioscos y restaurantes.
Esta fiesta anual de autores y editores cubanos, es un evento que excluye a los escritores que critican a las autoridades cubanas, lo cual justifica la ausencia de clásicos de nuestras letras y creadores marginados por la red de editoriales afiliadas al Instituto Cubano del Libro, que imprimen cientos de títulos sobre la revolución, el socialismo, el antiimperialismo y otros ismos que alimentarán a las polillas desde los anaqueles.
Si bien las presentaciones, coloquios, homenajes y conversatorios estuvieron signadas por normas, pactos de silencio y euforias, hubo de todo. Se concedió el Premio Nacional de edición 2011 a Esther Acosta y el Premio Nacional de Diseño al pintor Pedro de Oraá, entregados el lunes 13 en la Sala N. Guillén.
Los Premios David 2011 recayeron en Quadrivium, de Alejandro Machado (Narrativa), obra que dibuja “caminos en los que aparecen imágenes, historias, reflexiones y reescritura de mitos y fabulaciones violentas de saberes que fuerzan el lenguaje de lo referencial”; La novela inconclusa de Bob Kippenbergerg, de Larry González (Poesía), apresado por “el anhelo de no ser descriptivo, ni patético en poemas casi cuentos”, y En cada tiempo y este lugar, de Lázaro Díaz (Literatura para niños y jóvenes).
Los Premios Alejo Carpentier y Nicolás Guillén correspondieron a El arte de morir a solas, de Ernesto Pérez Chang; Ritual del necio, de Roberto Méndez; Convivencias de El Viajero, de Mayra Beatriz Martínez, y Manualidades, de Nara Mansur, todos editados por Letras Cubanas.
Entre las muestras de las “culturas invitadas” apreciamos Poemas de Pedro Mir, Poeta Nacional de República Dominicana; intervenciones de Chiqui Vicioso, poeta y dramaturga de esa nación, autora de Perrerías, Wish-ky Sour, Cantares de la pasión lícita y Umbral del milenio; Gobernante en Hiroona, del novelista G. C. Hamilton Thomas, que contó con la presencia de su hija Mónica Woodley; Las letras haitianas: entre la reflexión y el dolor. La memoria acorralada, de Evelyn Trouillot; Coloquio Vida y obra de Sergio Pitol, conducido por la poetisa Reina María Rodríguez.
Los lectores pudieron adquirir obras de autores clásicos de España y otras naciones de Europa, México, Perú y el Caribe, además de Cuba y Venezuela, cuyos gobiernos financiaron libros premiados por Casa de las Américas y volúmenes como Primeras constituciones de Latinoamérica y el Caribe, por el Bicentenario de la constitución de Venezuela.
Predominaron las entregas de Artes y Letras, Letras Cubanas, Ediciones UNION, Mini libros de Perú, etc. Volúmenes como Cuentos eróticos de la antigua Arabia, de Abdul H. Sadoun; El tiempo recobrado, de Marcel Proust; La religiosa, de Denis Diderot, y Una pasión en el desierto, selección de relatos a cargo del ensayista Alberto Garrandés.
En ocasión del Centenario de Virgilio Piñera Llera, se comercializaron varios de sus libros y se organizó un Coloquio en memoria del narrador y dramaturgo que transitó del absurdo al existencialismo sin el “regodeo” de José Lezama Lima”, su antípoda, presente como Virgilio en nuestra literatura tras décadas de ostracismo.