LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Luisa Estella Morales, presidenta del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, hizo declaraciones en La Habana que tal vez, sin proponérselo, resultaron incómodas a las autoridades cubanas.
Doña Estella arribó a Cuba acompañada de una delegación de magistrados venezolanos para participar en “un intercambio del Convenio de Colaboración Bilateral entre el Tribunal Supremo de Justicia de su país, y su homólogo de la isla”, según un despacho de la agencia EFE.
Es de imaginarse la aquiescencia protocolar entre estas personas y sus pares cubanos, emparentados en el oficio de justificar las marrullerías de los presidentes de Venezuela y Cuba, empeñados en permanecer en el poder hasta el fin de los tiempos. Como no fue posible presenciar esos encuentros entre colegas, hay que imaginar los esfuerzos desplegados por Doña Estella y su séquito para provocar las sonrisas de los gobernantes cubanos.
En un aparente desliz, la respetable señora dijo algunas frases que deben haber congelado las sonrisas (si las hubo) en algunas bocas. Según lo publicado en la prensa, declaró: “No entendemos cómo puede justificarse un acto que cobra vidas de personas inocentes y que ello no sea juzgado debidamente”.
Tampoco los cubanos lo entendemos. Por hacer este señalamiento, los disidentes nos exponemos a todas las modalidades de represión, porque mientras Doña Estella se refiere específicamente al doloroso caso del avión de Barbados, nosotros incluimos a las avionetas de Hermanos al Rescate, al yate Rio Canímar y al remolcador 13 de Marzo, por solo citar los casos más conocidos y espeluznantes.
Ajena a lo corrosivo de sus palabras ante personas con un sentido muy peculiar de la justicia, agregó, refiriéndose otra vez al avión de Barbados: “Hacer la vista gorda en casos como este, es un acto de barbarie”.
Algún susurro, fugaz y bien colocado, enderezó el mal rumbo de las palabras de la funcionaria chavista.
Corregida la brújula, se deshizo en amorosas comparaciones entre el castrismo y el chavismo, destacando: “En Venezuela apenas tenemos diez años de cambios estructurales”, y otras perlas adulonas, típicas entre totalitarios.
Por más ditirambos que derrochara Estella para edulcorar a los juristas del patio, nada pudo desvirtuar sus palabras iniciales, lo que basta para exclamar: ¡Bravo por Estella!