LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Hay quienes piensan que la cadena multinacional Telesur constituye una alternativa de apertura informativa en el muy rígido y parcializado panorama mediático de Cuba. Sin dejar de reflejar los criterios e intereses de sus patrocinadores bolivarianos, el canal informativo debe participar en una ardua competencia, por lo cual se ve obligado a brindar una cobertura amplia.
A través de esta señal, hemos podido ver en los últimos meses el discurso de la Unión del presidente Barack Obama, las alocuciones y manifestaciones de la oposición venezolana y hasta las informaciones de las ligas mayores del beisbol norteamericano, entre otras novedades muy difíciles de encontrar en los monocordes y previsibles noticiarios cubanos.
Un espacio noticioso de Telesur nos informa que el Senado brasileño aprobó una ley que protege los derechos laborales y sociales de los empleados domésticos. A partir de ahora, los siete millones de brasileños –noventa por ciento mujeres– que desempeñan esta labor, disfrutarán de salario fijo, no podrán trabajar más de 44 horas semanales, no podrán ser despedidos sin previo aviso, y en tal caso, los empleadores tendrán que pagar una multa que sustenta el respaldo financiero al trabajador mientras consigue un nuevo empleo. La ley regula además el pago de las horas extras. Según manifestaron algunos beneficiados, entrevistados para el reportaje, se sienten sumamente contentos y aliviados por lograr garantías largamente esperadas y fundamentales para la calidad de sus vidas y condiciones de trabajo.
Causa admiración apreciar cómo en diez años de ejercicio, los gobiernos del PT (Partido do Trabalho) no solo han cambiado el estatus socio económico de cincuenta millones de habitantes, sorteando con éxito los enormes retos del convulso panorama económico global, sino que también han adoptado medidas de profundo impacto social, como la recién aprobada ley o la creación del Banco Popular do Brasil, tan importante para estabilizar la situación económica y financiera de los miles de brasileños empleados en la llamada economía informal.
Así avanza Brasil como una de las potencias de la economía mundial, canalizando acertadamente sus enormes potencialidades y dando pasos trascendentales en el combate contra las tremendas desigualdades sociales que históricamente arrastró la enorme ex colonia lusitana, para alcanzar éxitos resonantes en el gran reto del equilibrio y la inclusión social.
En lamentable contraste, el gobierno cubano, ante la urgencia de poner en práctica los cambios estructurales y conceptuales que hace algunos años prometió el presidente Raúl Castro para enfrentar la consagrada inviabilidad del modelo, se resiste a tomar medidas que faciliten la inserción de los cubanos en los complejos entresijos del sector no estatal de la economía.
Nuestros trabajadores por cuenta propia deben soportar las carencias y debilidades de una economía colapsada, la inexistencia de mercado mayorista y el bajo poder adquisitivo de la población, además de los impuestos confiscatorios y el inmisericorde acoso de los inspectores estatales, una jauría indolente y corrupta que reprime y expolia, al tiempo que se gana el desprecio de los ciudadanos.
Según la ley que regula el trabajo por cuenta propia, los empleados domésticos, las personas que cuidan enfermos, las ancianas que venden bolsas plásticas en los mercados, los recolectores de materias primas o los encargados de custodiar servicios sanitarios públicos, deben pagar licencias, impuestos y contribuciones cual si regentearan lucrativas empresas.
Después de medio siglo de un cerrado estatismo que fue desastroso para la economía nacional, sin admitir su responsabilidad en la debacle, el gobierno cubano se ve obligado a abrir otros espacios de participación económica, pero sin atreverse todavía a crear las mejores condiciones para los nuevos pequeños empresarios y trabajadores.
Cada vez que un empleador privado contrata a un trabajador, que posiblemente saca de la creciente lista de desempleados –disponibles, según la eufemística jerga oficialista–, es castigado con gravámenes adicionales.
A todas luces, las autoridades cubanas se encuentran en una compleja encrucijada. Si crean los necesarios espacios y condiciones para el desarrollo de las potencialidades económicas de la sociedad, se comprometerían seriamente los diseños de dominación absolutista en que se sustenta el régimen, incapaz de crear riquezas y de ofrecer las garantías de justicia y equidad que tanto pregona.
Mucho tiene que aprender el alto liderazgo de la Isla de sus amigos del PT brasilero. Mientras en Cuba se profundizan las desigualdades y desventajas que afrontan los afrodescendientes cubanos, a la luz de las nuevas transformaciones socioeconómicas, ante lo cual las autoridades cubanas solo ofrecen más represión y promesas incumplidas, en Brasil, durante los últimos años, se ha penalizado judicialmente cualquier expresión de racismo y discriminación. Hace pocos días, los televidentes cubanos vimos cómo un personaje de la telenovela brasileña amenazó a su madre con denunciarla a la policía por llamar “el moreno ese” a otro personaje. Además, se han puesto en práctica efectivas medidas de acción afirmativa, incluyendo las cuotas universitarias para afrodescendientes.
Es precisamente un cubano, el Doctor Carlos Moore, destacado académico y escritor, siempre calumniado y satanizado por el gobierno de La Habana, uno de los convocados por el gobierno brasileño a elaborar los textos destinados a revalorizar la historia y la herencia de los africanos y sus descendientes, algo que al parecer las autoridades cubanas no van a hacer jamás.
Naciones con orígenes, historia y culturas muy parecidas, Brasil y Cuba, siguen hoy destinos muy diferentes porque los gobernantes cubanos están muy lejos de la sensibilidad social, la responsabilidad política y la vocación democrática de los líderes del PT brasileño, que registran cifras record de popularidad, mientras los incombustibles jerarcas de La Habana no se atreven si quiera a someterse a unas elecciones verdaderas.